Ríos de tinta han corrido sobre una de las órdenes más mitificadas de la Historia. Los templarios siguen atrapando la atención más de siete siglos después de su desaparición. Por ello, el nuevo libro que ayer presentó el cronista oficial de Meis, Mario Gallego, tiene todos los ingredientes para convertirse en uno de los más demandados de la amplia bibliografía con la que ha rescatado páginas y páginas de la historia oculta del ayuntamiento.
Porque, sí: La Orden del Temple y la del Santo Sepulcro estuvieron presentes en la localidad meisina. Y a quien de entrada ponga en duda lo que Gallego ha contrastado documentalmente en archivos históricos, le aplica la misma máxima del bardo: “Hai un tempo alguén dixo como a un concello tan pequeno lle podía sacar tanta historia. Meis non é pequeno, é que ti non es capaz de imaxinar nada grande”.
“A Cruz é a Espada. Señores de Meis” recorre en sus 102 páginas la historia de estas dos órdenes militares en la localidad, entre los siglos XI y XIV, tras dos años de buceo en el Archivo Histórico Nacional, los Archivos Diocesanos de Santiago y los fondos documentales del Museo de Pontevedra.
La gratitud de la nobleza
Gallego desgranaba ayer las líneas generales que ha podido reconstruir de esta historia, cautivando con su narración oral al público que llenó el salón de Plenos del Ayuntamiento para esta presentación. El Temple, orden fundada tras la Primera Cruzada, terminó prestando apoyo por gran parte de Europa a las luchas contra los musulmanes durante la Edad Media. Así fue también en España, durante la Reconquista.
En agradecimiento por los servicios prestados en batalla, la nobleza fue recompensando a los caballeros y miembros con bienes como castillos, fortalezas y tierras. Y en Galicia, lo que hoy es Meis destacaba entonces, justamente, por lo sobresaliente de su suelo.
Fue así como los templarios comenzaron a amasar propiedades en la localidad, estableciendo su centro neurálgico en la capilla de O Mosteiro, a unos cien metros de la actual Casa Consistorial. La Orden en Meis dependía, comarcalmente, del asentamiento principal en Cambados y, fundamentalmente, de Coia (hoy Vigo), entonces capital de lo que llegó a ser una suerte de provincia templaria. Sus posesiones meisinas se extendieron por buena parte del territorio, a excepción de A Armenteira, dependiente del monasterio, donde dominaría el Císter, orden hermanada con la del Temple.
Negocios
Los templarios se dedicaron también aquí a ocupaciones como la explotación de molinos, la apertura nada desdeñable de panaderías, comercio de lana y curtidos, explotación de viñedos y venta de sus caldos. Además, crearon los que fueron los primeros bancos del entorno, dedicándose incluso al cambio de moneda, sin olvidar su trabajo de protectores de los Caminos considerados santos por los cristianos. Dos cruzaban Meis entonces, prosigue Mario Gallego, uno por Paradela y otro por A Armenteira hacia Portas. La orden se encargó de dar protección a peregrinos y mercaderes frente a los también célebres salteadores de caminos.
Caída y traspasos
La fortuna de los templarios cambió en 1307, cuando Felipe IV de Francia, llamado el Hermoso (que no debe confundirse con Felipe I de Castilla, más célebre y con el mismo sobrenombre) y el papa Clemente V conspiraron contra la orden, atemorizados por su creciente poder, y culminaron un proceso que terminó con muchos de ellos en la hoguera y con la persecución y extinción del Temple, campaña menos agresiva en Galicia, pero que también condujo al cambio de manos para estas ingentes propiedades.
Hasta el ducado de Alba
Estas fueron adquiridas por la nobleza y otras órdenes y en Meis, la mayor parte de aquellas tierras y construcciones recayeron en la Orden del Santo Sepulcro.
Con el tiempo, la mayoría de aquellos dominios pasaron a manos de familias como los Fuentes y, sobre todo, del ducado de Alba, que llegó a contabilizar medio centenar de posesiones en Meis y cuya tributación se recogía en una casa en Ai, San Lourenzo. Gallego detalla esta otra parte de la historia local en uno de sus anteriores libros sobre el municipio, “Fundacións en Meis”.
A todos los domicilios
La concejala de Cultura, Ofelia Barral, agradecía el trabajo del cronista e indicaba que el Concello hará llegar un ejemplar del libro a cada domicilio. También se podrán adquirir en el Consistorio y en la biblioteca.
Gallego terminaba haciendo un llamamiento a la colaboración vecinal para identificar una casa en San Martiño que llegó a visitar de niño pero que hoy no es capaz de ubicar. “Entrei entón e accedíase por un alpendre. Subíase por unhas escaleiras e alí tiña unha cruz que entón me pareceu da Inquisición. Pero logo, cos anos, comprendín que era unha Tau”, la cruz templaria. Sería, junto a la capilla de O Mosteiro, una de las únicas construcciones de la Orden que perviven hasta hoy (la mayoría de iglesias son posteriores) y, por ello, el cronista extiende el llamamiento a la vecindad meisina para buscar alguna pista que lo conduzca a identificar aquel edificio, en beneficio de la memoria de todos.