Pocos, muy pocos, conocían a Tucho Carballo por su nombre de pila. Y es que casi nadie, salvo en las menciones propiamente oficiales en el Consistorio, le llamaba Antonio. Para la mayoría de sus allegados el de Sobradelo era “Tucho”, a secas, o Tucho “Chacarelo”. Carballo nacía en Vilagarcía en plena posguerra, en el año 1945, y desde siempre tuvo un apego directo y bien sentido al mar y a todo lo que simbolizaba la capital arousana y, sobre todo, Sobradelo y Vilaxoán. Técnico comercial de profesión durante muchos años en la firma Celso Míguez, su vida estuvo siempre muy ligada a la política activa, bien en la primera línea como en la retaguardia en labores de gestión.
Su oportunidad como concejal le llegó en el año 1995. Sin embargo, las desavenencias de algunos militantes con el partido conservador, lo llevaron a abandonar su escaño antes de terminar la legislatura uniéndose de facto a las filas de IVIL en 1998. Fue entonces cuando se convirtió en el hombre de confianza de José Luis Rivera Mallo al que siempre acompañaba a los plenos. Sin embargo, algunos de los que lo conocían apuntan a que en su mente estaba desde siempre la intención de que la centro-derecha estuviese unida en Vilagarcía.
Sus allegados lo recuerdan como una persona “humilde y muy perseverante”
Lo cierto es que Tucho Carballo regresó a la política de primera línea por la puerta grande. En 2011, el entonces candidato del PP a la Alcaldía y ahora regidor, Tomás Fole, le ofrecía el puesto número 7 en la candidatura que estaba llamada a echar por tierra más de veinte años de hegemonía socialista en la villa arousana.
Carballo abandonaba así la disciplina de IVIL y volvía a las filas del PP saliendo elegido concejal. Ya en campaña Tomás Fole lo había promocionado como el edil destinado a recuperar la presencia en las parroquias, un lema que siempre ha sido muy propio de las campañas electorales y del sentir de José Luis Rivera Mallo.
Tomás Fole se refería a la figura de Carballo como la de “un amigo” y lo define como un home moi traballador e humilde que non tiña afán algún de protagonismo”. El regidor matiza que “era unha persoa sinxela á que lle gustaba o contacto directo coa xente, por iso era o perfecto enlace do goberno cos colectivos das parroquias do rural cos que estaba en permanente comunicación”. Era muy habitual ver a Carballo por el Concello, de ahí que el alcalde apunte a que “a súa máxima preocupación era poder atender coa maior dilixencia ás demandas e necesidades que os veciños lle trasladaban, e por iso moitas veces se queixaba da lentitude da maquinaria administrativa, aínda que nunca se rendía”.
Los que con él compartieron la última campaña de las municipales manifiestan que Tucho Carballo se enfrentó a los comicios con “mucha ilusión”, a sabiendas de que algunos podrían haberlo acusado de traicionar a Rivera Mallo. Los dos se sentaron en el mismo hemiciclo durante unos meses hasta que el segundo firmó el acuerdo que lo llevó directamente a la Cámara Alta.
Carballo conservaba además ese espíritu de Sobradelo y también de Vilaxoán, de ahí que incluso en aquellos actos en los que el Concello recibía algunas críticas él estuviese presente. Como vecino.
Su repentina muerte dejó ayer un profundo pesar en sus compañeros de gobierno. “Fue un mazazo”, señalaban. Desde IVIL también dejaban ayer las diferencias que pudieron existir en su día guardadas y por ello colocaron un crespón negro en su perfil de Facebook en honor al de Sobradelo.
Sus amigos y familiares, así como aquellos que compartieron momentos con el de Sobradelo, lo despedirán hoy en la tierra que lo vio nacer y que de la que él siempre decía sentirse orgulloso.