Los pronósticos meteorológicos no eran favorables a Portamérica. Las lluvias aguaron el fin de fiesta de la jornada del viernes en la Azucarera y amenazaban con hacer lo mismo el sábado. No fue así. Miles de personas abarrotaron el recinto de Portas desde primera hora de la tarde para disfrutar del regreso de un festival que se niega a un divorcio completo con Caldas en donde mantuvo la acampada y conciertos de pequeño formato en la sesión vermú. De ahí que estos días –pese a que el éxito de esta décima edición en Portas es más que evidente– entre los asistentes siguiese la duda de si el escenario de la Carballeira (donde el festival desembarcó llegado directamente desde Nigrán) es más idóneo para un evento de esta envergadura frente a la opción de la Azucarera. “Falta sombra”, reseñaba el sábado alguno de los asistentes. “Si llega a hacer calor nos abrasaríamos, algo que no ocurría en la Carballeira”. Eso sí, como parte positiva de la Azucarera destacaban que “es un espacio mucho más grande, el sonido se escucha mejor y cabe muchísima más gente”. Para ejemplo el hecho de que el espacio gastronómico se triplicase respecto al de Caldas gustó a los asistentes. El espacio reservado para La Duendeneta también fue mucho más grande en Portas y con distancia suficiente de los dos escenarios principales para que no se solapase en ningún momento la música entre ellos.
Con respecto a los creadores artesanales que exponían sus productos en el festival la mayoría hablaba con nostalgia de A Carballeira. En Caldas estaban en el jardín por donde era obligatorio pasar sí o sí para acceder a la zona de los conciertos, algo que no ocurrió en Portas. Eso sí, la chimenea industrial se convirtió en uno de los elementos más fotografiados y más viral en redes en las tres jornadas festivas.
Lo que está claro es que la revolución en este pequeño municipio de la comarca de Ulla-Umia ha sido total gracias al Portamérica. Casas vacías desde hace años que se alquilaron y un ambiente en la localidad que no se vivió nunca. En la otra cara de la moneda, Caldas. Aunque la villa termal acogió el espacio de acampada y las sesiones vermú la vida diurna que se experimentaba –sobre todo en la hostelería– cuando el festival era en A Carballeira no se vivió este año. Eso sí, los alojamientos estaban ocupados desde hacía semanas tanto por el empuje del propio Portamérica como de los peregrinos del Camiño de Santiago que hacen parada en la localidad. Queda saber ahora si para la próxima edición el divorcio con el municipio caldense será total o si, por el contrario, se mantienen los lazos festivaleros con mayor o menor beneficio para ambos.