La represión franquista adquiere una mayor brutalidad cuando se ve desde los ojos de un niño. Por ello, los rostros eran de una emoción contenida entre los que escuchaban como Margarita Teijeiro, de Iniciativa Cidadá pola Memoria, contaba la historia de Amalia Limeres.
Fue lo que se conoce como una “niña de la guerra”, un nombre que esconde realidades de auténtico terror, hambre y desesperación en la que debería ser la etapa más inocente y feliz de cualquier persona. Amalia, con solo doce años se quedó solo. Con un hermano huido y posteriormente asesinado, otro en el frente que también perdería la vida, sus padres en prisión y las hermanas mayores en el exilio argentino, la pequeña se quedó al amparo de los pocos vecinos que pudieron ayudarla, en una época en la que un gesto tan necesario también era motivo de peligro.
“Sinto que sexa tan triste, pero é o que pasou”, explicaba Teijeiro mientras contaba como Amalia fue a ver a su madre a la cárcel y ninguna de las dos pudo pronunciar palabra.
Seis años más que Amalia tenía Luis Fernández Génova, el fusilado más joven de Vilagarcía. Su madre se enteró de su “suerte” cuando iba al mercado. La historia de esta familia la contaron los miembros menos veteranos de Iniciativa, Borja Hervés y Javier Frieiro, que incidieron en la importancia de la memoria desde un punto de vista democrático.
Un mensaje que caló entre un público del que formaban parte representantes de todos los partidos políticos.
Asistieron a la andaina Diego García (PSOE), Ana Granja (PP), Xabier Rodríguez (BNG), Juan Fajardo (Esquerda Unida) y María de la O Fernández (Podemos). Leyeron poesías de Gurriarán o Manuel María, entre otros, y recorrieron los paneles de puntos como Cea, Loenzo o el Cementerio, donde comenzó el acto delante de la fosa común.