Con programaciones para todo el mes, unas pautas bien marcadas desde el inicio del curso escolar y con la huerta en el centro de los menús. Así es el día a día de los colegios, en los que aprender a comer bien es una asignatura más para unos niños que pasan buena parte de su jornada entre las paredes de las aulas.
Marcela Diz, de la empresa Chicolina y monitora en el comedor del Arealonga, es una de las encargadas de que los niños valoren el sabor de las nutritivas y necesarias verduras y legumbres. Aunque se reparte tareas con el resto del equipo, en un comedor que está gestionado por la ANPA, Diz se encarga de emplatar lo que manda el catering, servirlo, controlar que los niños coman y que cumplan las normas de higiene, como lavar las manos antes de ingerir los alimentos. “Soy una mezcla de cuidadora, camarera, maestra... Hacemos de todo”, apunta entre risas.
¿Y qué es lo que más les gusta a los pequeños? “Hoy tuvieron una tosta de atún que eso lo devoran. La sopa de fideos les chifla”, explica Diz. Pero también aquellas comidas que trascienden generaciones. Como la lasaña o las milanesas, hoy prácticamente desaparecidas de los menús escolares. “Algún día hacemos un pescado rebozado”, explica Raquel García, responsable de Chicolino, empresa que gestiona varios comedores En Arousa.
En cuanto a los platos menos queridos, tampoco cambia mucho la situación con respecto a la de cuando los padres de los niños de hoy eran los escolares. “Lo que menos les gusta son la coliflor, la menestra... Como nosotros, vamos”, relata Diz. “Todo es un poco utópico. Una cosa es el papel y otra la práctica. Tienes que jugar con muchas cosas, son muchos niños. Hay coles en los que las legumbres las comen como lobos o incluso comen el brécol de la ensalada. Depende de cómo se haya trabajador a esos niños desde pequeños”, explica Carlos Sanmartín, de la empresa Mediterránea, que gestiona, entre otros, los comedores de Carril y Rubiáns. Ambos coinciden en que cuanto más pequeños llegan los niños, mejor comen. “Sobre todo si ya vienen del comedor de la guardería”, apunta la monitora del Arealonga.
Los dos ponen en valor el papel de la escuela en la concienciación sobre la comida saludable. “El cole tiene que ser pedagógico, tiene que enseñar a los niños a comer de todo y de forma equilibrada”, dice Sanmartín, dietista de formación. Para ello, hay trucos. “Tratamos de que, al menos, prueben”, apunta Diz. “Es la guerra que tenemos y creo que nos está saliendo bastante bien. Intentas combinar, si hay pescado les pones de primero macarrones. Y les dicen que si toman tres cucharadas de pescado” les dan más pasta, explican desde Mediterránea. Y a la hora del postre, fruta y, una vez a la semana, un lácteo. El yogur más deseable sería el natural sin azúcar. “Eso es un castigo”, apunta Sanmartín. “Los plátanos les encantan”, dice Diz, optimista sobre el futuro. “Yo creo que van a comer mejor que nosotros”, asegura la monitora.