El peso de la historia y de los avances se soportó en demasiadas ocasiones sobre la vida tras las paredes. La moral penal se coló sobre los hogares afectando a la intimidad y a la libertad de numerosos ciudadanos. Y, sobre todo, ciudadanas. Y ante eso, las hubo que se rebelaron, convirtiéndose en motor de cambio. Y de forma mucho más consciente de lo que ha trascendido.
Hace 47 años y un día, enamorarse era delito. Enamorarse de alguien que no fuera tu marido. Cuando faltaba todavía para la legalización del divorcio (1981), el adulterio conllevaba condena de cárcel. Los artículos que así lo establecían, el 449 y el 452 del Código Penal, fueron implantados en 1944, después de que la II República acabara con dicha discriminación.
Y si se habla de discriminar, es porque sólo eran las mujeres casadas las que cometían adulterio. También los hombres que estaban con ellas, pero siempre podían alegar desconocimiento. Además, la pena la decidía el marido “agraviado”.
En el caso contrario, ellos podían ser juzgados por amancebamiento, si la relación extramatrimonial era “muy pública” o si convivían. Hasta 1963, los hombres incluso podían matar a las mujeres si eran adúlteras sin pasar por la cárcel, siendo el castigo el destierro. Si las lesiones no eran graves, no había consecuencias para ellos.
El adulterio se despenalizó durante el gobierno de Adolfo Suárez, pero antes hubo una movilización importante que impulsó este avance. Y también condenas injustas y consecuencias sobre la vida de las mujeres.
Como Emilia Díaz Búa, de Vilaxoán. La suya fue una de las penas más sonoras en Galicia, junto a casos como el de la mariscadora Sagrario Ribela, que retrata Margarita Ledo Andión en ‘Prefiro condenarme’. Fue en las puertas de las navidades de 1976 cuando se recoge la sentencia a la Audiencia Provincial de Pontevedra contra la vilaxoanesa. Fue condenada a seis meses y un día de cárcel, que posteriormente se le conmutarían con un indulto, y a indemnizar a su marido con 100.000 pesetas.
“A mí no me han dado la oportunidad de decir por qué llegué al adulterio”, declaraba Emilia Díaz al periódico El País, que contaba que la mujer había tenido que sacar adelante la casa mientras su marido, que trabajaba fuera, no contribuía económicamente.
Con él tuvo una hija y con el hombre por cuyo amor fue condenada, otros dos. Se casó con solo 19 años y desde el primer momento se encargó de los gastos de la casa. Cuando tenía 29, su marido se fue para Holanda y, cuenta la vilaxoanesa en una entrevista realizada por Carmen Santos Castroviejo para la revista ‘Teima’, en enero de 1977, “en seis anos que estivo alá cáseque non chegóu a 60.000 pesetas o que me mandou”.
Con su marido fuera y sin dar noticias, según cuenta en 'Teima', en un matrimonio insatisfactorio desde los inicios, Emilia Díaz se enamora. Rehace su vida y forma una familia, esta vez, feliz. El hombre que constaba como su marido para la ley regresa, ya enfermo, para que lo cuide. Al negarse, surge la denuncia por adulterio.
“Que empecen a educarse desde solteiras”, es el consejo que la vilaxoanesa deja, para las nuevas generaciones, en un epílogo del franquismo que se hizo demasiado largo.
Todavía faltaba un año y medio para que el adulterio dejase de ser delito. Aún así, y pese a todas las consecuencias, Emilia Díaz lo tenía claro: “Cen veces que vivira e cen veces que volvería facelo”, aseguraba con firmeza y orgullo.
Díaz Búa relataba, a todo aquel que quería escucharla, como las reacciones más hostiles las encontró entre sus vecinos. Incluso contaba como “viñeron por aquí Damas de Acción Católica, ou como se chamen, que me viñan buscar os fillos”. Aunque también dio con enormes muestras de solidaridad feminista.
Como la manifestación que tuvo lugar en Pontevedra, dos días después de que se conociese la sentencia contra Emilia Díaz, que encabezaba la pancarta. “Cen veces que vivira, cen veces que volvería facer o que fixen”. Era su máxima. La vilaxoanesa, que decía desconocer de leyes y abogaba por “rachar cun fouciño” con el Código Penal, era bien consciente de lo que era la justicia. Y de lo relacionada que debería estar con la igualdad y con el sentido común. Como Mar Suárez, que tenía 15 años cuando se convocó esta manifestación. La primera a la que asistiría en su corta vida. Pero no la última. “Eu era feminista moito antes de saber o que significaba”, recuerda.
La protesta, claro, no se convocó sola. Detrás, el trabajo de la Asamblea Galega de Mulleres, en la que se encontraba la histórica militante feminista Nanina Santos Castroviejo. “Acórdome bastante da manifestación. Era moi forte circular dicindo Eu tamén son adúltera”, señala. Era un lema que se utilizaba en manifestaciones por la despenalización del adulterio en toda España.
“Era tan escandoloso...”, destaca Castroviejo. “No caso dela valía cunha denuncia, mentres que no deles tiña que ser manifesto, na propia casa”, incide la militante feminista, que considera que en esta reivindicación del movimiento había más apoyo social que en otras que, a día de hoy, siguen encontrándose con ruido. “Lembro cando nos corrían e nos chamaban asasinas por defender os anticonceptivos e o aborto”, hace memoria Nanina Santos Castroviejo.
Comparte visión Suárez Manteiga, que tras aquella manifestación, en su adolescencia, siguió vinculada a las diversas asociaciones. Una lucha en la que permanece. ”Tamén había moita hipocresía. Mulleres que viñan pedir axuda e despois non te miraban a cara nin firmaban nas campañas”, apunta, para luego apostar por la sororidad como motor.
“Tamén eran moitas as que seguían vinculadas, dunha forma ou outra, coa asamblea”. La lucha por una guardería municipal en Vilagarcía es otro de los momentos que guarda en la retina. “O movemento feminista tiña entón moita vinculación coas mulleres das fábricas. Moitas das miñas amigas fíxenas nas conserveiras”, relata.
A lo largo de estos años, fueron muchas las luchas que tanto Mar, como Nanina, como otras precursoras del feminismo llevaron a cabo para reivindicar derechos tan básicos como el divorcio o contra los malos tratos. “En Barro fixemos unha campaña cando apareceu morta unha muller, porque todo o mundo sabía que fóra un home moi poderoso”, recuerda Suárez Manteiga, que llegó al feminismo por la intuición de que las “diferencias” de trato que veía entre hombres y mujeres, en una familia con varios hermanos, no era lo normal. “Sempre fun moi rebelde”. Con leyes como la del adulterio, que perjudicaban especialmente a las mujeres, estos asuntos no eran la lucha principal de los movimientos antifranquistas y a veces se encontraban con la incomprensión.
“Teño discutido con amigos porque dicían que non se podía abortar se o home non estaba dacordo”, apunta Mar Suárez. La Ley del Aborto del Gobierno de Rodríguez Zapatero (“a de Felipe González non, porque foi moi restritiva”) fue uno de los momentos de alegría y satisfacción para Nanina Castroviejo. Tuvo que esperar tres décadas y media de democracia. “Cando houbo maioría social”, incide esta mujer luchadora, que a día de hoy está plenamente convencida de que valió la pena. “A sociedade de hoxe non ten nada, absolutamente nada que ver, coa de entón. O cambio na conciencia das mulleres é o maior logro”. Eso sí, “hai que seguir dando caña”. Países como Mauritania, Afganistán, Arabia Saudí, Irán o Brunei, entre otros, mantienen el adulterio tipificada como delito. En España, se despenalizó el 26 de mayo de 1978. Firmaba el decreto Landelino Lavilla. Sostenía el bolígrafo el movimiento feminista.
“Volvería facelo a pesar de todo o que se me puxera por diante”
‘Teima’ fue la primera revista que se publicó integramente en gallego. Estuvo en marcha desde septiembre de 1976 a agosto 1977. Es su número 4 el que recoge una doble página del caso de Emilia, uno de los que hizo sacudir las conciencias de las mujeres. Carmen Castroviejo firma una entrevista con fotos de Yáñez que muestra a una Emilia tal y como se define en sus declaraciones: Pletórica y orgullosa. “Volverías facelo, a pesar de todo?”, insiste la periodista. “A pesar de todo e por riba do que se me puxera por diante”, sentencia. Por delante se le puso no solo su marido por ley, también su familia y la sociedad. También los que tenían obligación de protegerla. Emilia Díaz relata el momento en el que el hombre se llevó a uno de sus hijos del colegio. “Daquela eu fora ao Cuartel da Guardia Civil”, explica. Castroviejo le pregunta si recibió ayuda. “Ríronse de min”, contesta. Aunque Emilia Díaz Búa murió hace unos años, su lucha queda para la posteridad.
Nanina Santos Castroviejo, que nació en Padrenda en 1951, es una histórica del feminismo galego. Pero también es educadora y una defensora del futuro que está por venir. “O 80 por cento dos mozos e mozas son portadores de igualdade. Non me gusta que lles imputen posicións machistas ou de ultradereita”, apunta.
Así, frente a titulares que hablan de que el 20 por ciento de los varones menores de 18 años son contrarios a la igualdad, Santos Castroviejo apuesta por darle la vuelta. “Esa sociedade non é a que nos están vendendo”, apunta la que, ya jubilada, sigue siendo educadora.
Y una defensora a ultranza de la mediación, frente al punitivismo. En este punto, y en otros también, lanza una advertencia al feminismo. “Especialmente ao institucional”, apunta. Y es que considera que esas posiciones que “teñen máis altofalantes” y que “din que todo é violencia ou que os homes son todos violadores” pueden acabar minando los apoyos. “Unha persona racional non o pode aguantar, nin tío nin tía”, destaca. “Dese feminismo me distancio”, dice convencida.
Consciente de los mensajes ultras que se lanzan desde las redes sociales, y también de la tendencia al alza de la extrema derecha en los gobiernos europeos, Santos Castroviejo también está convencida de que hay avances que pervivirán. “Non creo que o divorcio ou o adulterio teñan volta atrás. Tampouco lles compensa. Fan uso deles tranquilamente”, comenta con respecto a las posiciones más machistas. En cuanto a otros avances conseguidos en las últimas décadas, la receta de Nanina Castroviejo sigue siendo la de siempre: “Haberá que pelexar. Hai que seguir dando caña”. El mayor logro lo atisba con el paso de las décadas, al contemplar cómo las mujeres ya no tienen como aspiración casarse y tener hijos. También en las aulas, en esa juventud en la que cree, llegaron muchas alegrías para Nanina Castroviejo, que durante un par de años estuvo en el IES Fermín Bouza-Brey, de Vilagarcía. “Ver como as distintas alumnas e alumnos que pasaban polas aulas viñan cada vez máis favorables á igualdade, iso é unha alegría enorme”. Ahora, con una sociedad ya diferente, “abortar na sanidade española, sobre todo nas comunidades do PP, segue a ser difícil. Pero hai unha lei e hai que esixir que se cumpla”.
O Soño de Lilith se constituyó como asociación en los albores del 8-M de 2012, en un momento en el que el feminismo comenzaba a despertar de un cierto letargo. Durante estos años, pusieron el foco sobre numerosas cuestiones que nos alejan todavía de la igualdad, incluso entre los focos y las luces del mundo del espectáculo. Para hacer frente a la discriminación en los escenarios, la asociación puso en marcha la Festivala. Es un evento multitudinario. Pero cuando hay que sostener con cuatro manos las pancartas, en los goteos de mujeres asesinadas que se normalizan, las mujeres de O Soño también se ayudan unas a otras. Y dan la cara. Son el presente de un feminismo que tiene muy en cuenta a sus precursoras. Y casos como el de las adúlteras. “Emilia Díaz foi condenada por un Código Penal e unha sociedade que castigaba ás mulleres e entendía aos homes. As primeiras asociacións feministas en Galicia xorden a raíz deste caso, co cal Emilia Díaz foi un antes e un despois para o movemento do noso país”, señalan.
La legislación como “ferramenta de opresión” que forma parte del pasado, aunque advierten de que “ese control cobra outras formas a través do coitocentrismo, a violencia sistemática na pornografía e a presión estética, así como a sexualización forzada dos nosos corpos desde a infancia”, señala O Soño, que destaca que “isto está atravesado por consideracións de raza, clase, identidades, orientación sexual, capacitismo ou gordofobia”. Por ello, es necesario mirar hacia países en los que se obliga a mujeres a casarse o se las mutila. “Na cuarta ola falamos de interseccionalidade e de poñer, xa non só o consentimento no centro, senón o desexo”, frente a un “falso concepto de liberdade sexual” que “non é igual para todos e agochouse debaixo da alfombra unha violencia histórica que perpetúa”.