arte contemporáneo, cocina de diseño sin el tradicional bacalao y fado alegre surgen estos días en Lisboa, donde se pule con mimo la imagen de la ciudad para, sin olvidar algunos de sus mitos, sorprender a las miles de personas que empiezan a llegar para disfrutar del festival de Eurovisión.
A un día de que la fiesta se instale en las calles con la apertura del “Eurovision Village”, junto al río Tajo, y a poco más de una semana de que se celebre la gran final en el estadio del Altice Arena, la prensa extranjera ya ha tomado las calles de la capital lusa para ser testigo de cómo los lisboetas viven esta fiesta.
Antes de que empiecen las actuaciones de los 43 países participantes el interés se centra en la cultura portuguesa, abierta ahora a los países mediterráneos, bálticos y nórdicos. Los daneses miran con asombro a los limpiabotas del centro, y los rusos creen que, entre tantos tipos de café, pedir sin equivocarse es “un arte”.
La curiosidad extranjera es vista como una oportunidad, teniendo en cuenta que se espera que el festival tenga una audiencia mundial de 200 millones de personas, y Lisboa la aprovecha seduciendo con la ayuda de algunas de las figuras lusas más conocidas.
Artistas como Joana Vasconcelos o Vhils, y chefs de prestigio, como Kiko Martins, son algunos de los maestros de ceremonias de un curioso recorrido pensado para informadores extranjeros que se basa en una premisa: olvide lo que creía saber de la ciudad, porque los lisboetas han cambiado. Todos intentan reflexionar sobre la identidad portuguesa, que es el ganchillo de Vasconcelos, pero también el lomo de atún que se saborea en el Watt, el restaurante de Kiko Martins, quien dice a Efe que cree que el país está “en auge”.
Y en medio de la vorágine, ayer llegaron a Lisboa Alfred y Amaia, representantes de España en Eurovisión 2018, que esta tarde tomarán contacto con el escenario a las 17.15 horas (hora de España). "Estoy bastante tranquila y con muchas ganas. Hemos tenido cinco días para descansar y recargar pilas", relató ayer Amaia.