Las plantas son capaces de reconocer la identidad genética de sus vecinas para ajustar la floración a las características del grupo, según descubrió un estudio internacional.
El estudio, liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), demuestra que la floración, clave en la reproducción vegetal, depende del ambiente social en el que crecen las plantas. Los resultados del trabajo, publicados ayer en la revista Nature Communications, confirman que esta estrategia reproductiva moldeada por la selección de parentesco o familiar (hasta ahora demostrada sobre todo en animales), también es propia de las plantas.
“Hemos observado que las plantas que crecen rodeadas de sus hermanas producen más flores y flores más atractivas que aquellas que se rodearon de plantas extrañas, no emparentadas genéticamente”, indicó Rubén Torices, investigador del CSIC en la Estación Experimental de Zonas Áridas, en Almería. Los investigadores cultivaron miles de semillas granadinas de la planta ibérica Moricandia moricandioides, en grupos experimentales en un invernadero de la Universidad de Lausana (Suiza).
Esta especie tiene una dependencia completa de los polinizadores para su reproducción y, para atraerlos, utiliza flores con pétalos llamativos de color púrpura. “Forzamos a las plantas a crecer en macetas rodeadas de sus hermanas, mientras que otras crecieron rodeadas de una muestra aleatoria de plantas procedentes de la misma población”, recalca Torices.
El estudio confirmó que las plantas no se muestran pasivas a su ambiente social y que el aumento de la floración cuando una planta crece con sus hermanas sugiere que podrían estar cooperando con sus familiares para atraer más polinizadores, ya que un mayor número de flores y flores más atractivas favorecen que esto se produzca. En los últimos años, otros trabajos habían demostrado que las plantas poseen mecanismos moleculares complejos, que les permiten distinguir el tipo de organismo con el que interactúan.