ala lechuza le persigue cierta leyenda negra, un compendio de supersticiones que ahora, a raíz de un trabajo de la Sociedad Valenciana de Ornitología (SVO), empieza a amainar gracias a su efectividad como controladora de plagas de roedores en cultivos ecológicos. Debido a la regresión de la población de la lechuza común (“Tyto alba”), la ONG lleva a cabo iniciativas para promover su crianza en tierras de cultivo en la comarca de l’Horta Nord (Valencia).
Estas rapaces nocturnas, que destacan por su característico color blanco y su cara en forma de corazón, necesitan zonas con cultivos no arbóreos, como la chufa, las hortalizas o incluso cultivos de secano para llevar a cabo su proceso de alimentación, basado casi exclusivamente en roedores como ratas, ratones y topillos.
El miembro de la SVO Alex Alaman explica a Efe que la principal causa del descenso de la población de lechuzas es el abandono de los cultivos, junto al gran número de atropellos que sufren. El experto también destaca como factor que ha contribuido a reducir el número de lechuzas en la zona la “historia negra” que las persigue. “Se decía que si matabas a una lechuza y la colocabas en la puerta de una casa, te quitabas el mal de ojo. O también, como muchas criaban dentro de las iglesias, decían que se bebían el aceite de las lámparas y que eran el demonio”, relata.
Por todos estos motivos, la asociación animalista fundó en 2010 el “Projecte Mussol”. A los pollos de lechuza que se liberan se les proporciona alimentos durante dos meses y medio hasta que no los necesitan, dado que ya han aprendido a cazar por su cuenta y se convierten en animales independientes. Cuando alcanzan este punto, una pareja de lechuzas puede llegar a cazar al año una media de 1.400 roedores durante sus salidas nocturnas, por lo que la SVO ya está colocando en huertos ecológicos, que no utilizan sustancias químicas ni pesticidas, cajas-nido con la esperanza de que lechuzas se asienten en sus terrenos y reduzcan los roedores.