jo, pues es un poco mierda pero no pasa nada”. Así resumió la navarra Amaia la posición 23 en la que quedaron ella y su compañero Alfred en Eurovisión. Aunque se quedaron contentos con su actuación, los votos del jurado y del público no valoraron su puesta en escena y España sumó un nuevo fracaso. Con todo, la parte positiva es la recobrada ilusión de los españoles por la gala de la canción: la 63 edición obtuvo el récord de audiencia de los últimos diez años con 7,17 millones de espectadores y el 43,5 % de cuota de pantalla, según informó RTVE. El “minuto de oro” se produjo a las 00.27 horas cuando el programa registró una cuota de audiencia del 57,9 % con 8,75 millones de espectadores.
En cuanto al espectáculo, la israelí Netta devolvió los “fuegos artificiales” que tan poco le gustan al ganador del año pasado, Salvador Sobral, a Eurovisión y se alzó con la victoria con la propuesta más alocada de la noche, “Toy”, tema con el que llenó Lisboa de cacareos, referencias a la cultura pop y una atrevida puesta en escena. Con 529 puntos, Israel consiguió su cuarta victoria en el festival –ya ganó en 1978, 1979 y 1998– con una apuesta extravagante. Rodeada gatitos asiáticos y con menciones a Wonder Woman y a Pikachu en la letra, que busca el empoderamiento de la mujer, Netta y su “Toy” pusieron al Altice Arena de Lisboa a sus pies.
Atrás quedaron su máxima rival, Eleni Foureira y su “Fuego” para representar a Chipre, que acabó segunda, y el austríaco César Sampson (“Nobody but you”), que dio la sorpresa al colarse en el podio para acabar tercero, después de obtener la máxima puntuación del jurado pero no convencer tanto a la audiencia. No solo Netta llevó el espectáculo. Las llamaradas, los efectos y los golpes de luz fueron una constante durante gran parte de la final del festival, que contó con pianos convertidos en ataúdes (Ucrania), cantantes girando en una ruleta (Finlandia) y hasta juegos de puertas (Moldavia). Incluso con un espontáneo que robó el micrófono a la británica SuRie.