En estas últimas semanas en que he andado enfrascado en entrevistas, algún debate y creciente contacto con los lectores a causa de mi ensayo “Tiempo de Hormigas” ha resultado aflorar de ello una cierta esperanza que al concluir el libro era mucho menor. Porque lo que me asaltaba el ojo y el corazón y quedo plasmado es que un tren continuo de tormentas no cesaba de aventar y esparcir censura, odio y rencor sobre la sociedad española. Y, desde luego, por mucho que se niegue con grandes aspavientos, así es. Y esa es la denuncia.
También asomaba la esperanza. El camino perdido, la ancha calzada por la que transitamos durante década sigue ahí. Se llamó y se sigue llamando libertad, concordia y reconciliación. Pero uno la veía cada vez más olvidada y arrojada a la basura como un desperdicio. Creo que entenderán que escuchando a nuestros presuntos líderes era para estar más que desanimado.
Sin embargo detecto que en las gentes permanece esa pulsión. El recuerdo en unos es desde luego evidente y está a flor de piel. Es difícil que a ellos se le lleve del ramal por trochas que saben insensatas y que conducen primero al cenagal y luego al precipicio. Sorprendentemente me he encontrado también y en la más joven generación, más allá de su imagen botellón que tanto se afea estos días y sí, para ello es pero también para no olvidar la propia estupidez y el sarpullido del acné, a quienes cada vez son más conscientes de que lo que tienen por delante va a ser un duro de verdad. Puede que veamos más a otros, pero los del esfuerzo y el hincar codo también están ahí, aunque a ellos no salgan haciendo el mamarracho o en determinados espacios se lo hagan hacer por televisión. Que otra es ese, el espejo que ciertos medios de comunicación masivos ofrecen como ejemplo y referencia.
Me barrunto o quiero barruntar que ese segmento de jóvenes está cada día más harto de las filfas delirantes y retrógradas, pues lo son y por ambos costados, en que los quieren embarcar y que el mensaje que tal vez más le cale es, ¡que curioso! no el de los ecuandres victimistas en este u otro de los “ismos” por el que se ahora se mide a la gente antes de apreciarla en su valía personal, sino el del tesón, esfuerzo y empeño de cada cual. Eso si, todos muy resabiados ya y escaldados ante lo que ven. Que el enchufismo, el privilegio, el clientelismo o cualquier otra forma de discriminación aunque ahora se ampare es que algunas son “buenas” y “positivas” cuando jamás pueden serlas porque todas suponen, se vistan como les de la gana, desigualdad. Saben y ante ello son pesimistas que ese puede ser el peor muro, la valla en la que van a tropezar.
Pero hay bastantes que no están, los hay y es evidente y no pocos que sí, en la gran milonga que algunos quieren presentar como hegemónica y absoluta de mirar hacia el pasado y pretender que el remover resentimiento y odios que en nada cumplirán un siglo, han de ser su referencia. A lo mejor esta nueva generación, que va a tener que lidiar con la adversidad le acaba por dar una lección a las parvas de perpetuos y viejunos “adolescentes” a los que ya no les da la edad. Porque a lo que se ve, los mantras y proclamas de mucho mesías ya bien colocado cuelan cada vez menos tirando a no colar.
En las sendas por andar, en el fondo, esos van a ser los dos caminos por los que elegir. Y son ellos quienes tendrán que elegir, porque es a ellos a quien les va su futuro en la elección. Porque aunque parece que nadie ha querido decírselo, el futuro no estaba escrito, y bien se ve, que a la fuerza tenía que ser mejor. El futuro es también cosa suya y está en lo que en este presente se comience y comiencen ellos a hacer por él.