Bien puede decirse que Feijoo no salió especialmente satisfecho de la conferencia de presidentes celebrada la semana pasada en Salamanca bajo la presidencia de Pedro Sánchez y la asistencia del rey Felipe VI. Si ya acudió a ella con el umbral de expectativas muy bajo, tras seis horas de reunión, salió de la misma como había llegado. Mucho monólogo, poco diálogo y ningún acuerdo relevante. Una reunión, en definitiva, estéril.
Y es que hace falta mucho valor para presumir del ritmo de vacunaciones cuando han faltado suministros y el Gobierno central ha descargado todo el ritmo del proceso sobre las comunidades autónomas. Cuánta razón tenía el presidente de la Junta de Extremadura, el socialista Fernández Vara, cuando en los aledaños del encuentro dijo aquello de que le horrorizaba pensar en la pandemia sin Estado autonómico.
Las coincidencias de posiciones entre Feijoo y la presidente madrileña, Isabel Ayuso, dio pie a algunos comentaristas para elucubrar con un nuevo eje de influencia y poder liderado por ambos en el seno del PP. Salvo en momentos puntuales, no creo que sea para tanto. Una, demasiado impulsiva. Y otro, demasiado calculador. Más que complementarios me temo que en el común de las ocasiones vengan a ser discrepantes. La misma tónica se dio en el resto de grandes cuestiones abordadas: repetición de una vieja promesa en el sentido de que las Administraciones regionales gestionarán el 55 por ciento de los fondos europeos, y en cuanto a la crisis demográfica de poco sirvió que se insistiera en la necesidad de consensuar una estrategia nacional al respecto.
A propósito del último informe del Observatorio demográfico del CEU que dirige el demógrafo y ex ilustre barón socialista Joaquín Leguina, éste ha recordado que en nuestro país y desde hace años el número de nacimientos es menor que el de fallecimientos, hasta el punto de que la tasa de natalidad debería aumentar un 40 por ciento para llegar al nivel de reemplazo generacional.
Uno de cada tres menores de 25 años ha crecido ya sin hermanos. Una sociedad tan envejecida como la que estamos creando y que en los próximos años lo será todavía más, genera unas bolsas de soledad impresionantes. Que haya pocos niños está condenando ya a muchos a una soledad no deseada. La pandemia, por otra parte, ha creado mucho miedo a la gente, y es precisamente el miedo el mayor enemigo de la natalidad. Tremendo.
En definitiva, la conferencia de Salamanca ha supuesto una nueva ocasión para la exhibición propagandística de Pedro Sánchez, que se seguirá repitiendo mientras los presidentes autonómicos -a mayores de Cataluña y casi siempre del País Vasco- no se planten, se nieguen a asistir y lo hagan sin un orden del día bien armado y previamente negociado. Además, no se entiende la movida de desplazamientos y gasto que estas conferencias presenciales suponen cuando bien debían llevarse a cabo en formato telemático.