Elisabet López (UOC)
Cuando se recurre a una aplicación de citas en línea, el usuario espera hacer una coincidencia con una pareja que él cree que elegirá. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Quien lo elige no es solo él, sino también la inteligencia artificial (IA), y el problema es que "no siempre tiene en cuenta los intereses de los usuarios", alerta Juan Linares-Lanzman, investigador del grupo de investigación Communication Networks and Social Change (CNSC), del IN3 de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "La IA reproduce y amplifica estereotipos de todo tipo: racistas, sexistas y también de edad. Solo hay que entrar en Google y buscar 'age dating apps' [edad para aplicaciones de citas] para ver preguntas como 'is 30 too old for dating apps' [30 años son demasiados para las aplicaciones de citas] para enterarnos de que el debate edadista está vivo en la red", añade.
Tanto en la recogida de los datos —concreta el investigador de la UOC— como en el procesamiento que hace el algoritmo pueden producirse sesgos de edad y otras formas discriminatorias. "Es en estos momentos que los sistemas automatizados contribuyen a normalizar el edadismo", puntualiza.
De hecho, la investigadora Andrea Rosales, del mismo grupo de investigación de la UOC, recuerda que la red Tinder ha sido recurrentemente acusada de ofrecer tarifas diferentes a los usuarios según su edad. "Las aplicaciones de citas piden a los usuarios la edad y la franja de edad con la que quieren hacer coincidencia", explica. Solo algunas aplicaciones permiten ocultar los años, siempre que sean usuarios prémium. "La edad está en el centro del negocio de la colonización algorítmica del amor, y su uso restringe a los usuarios la posibilidad de explorar relaciones de pareja espontáneamente o más allá de ideas personales preconcebidas", apunta Rosales, también profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
La plataforma, añade Rosales, favorece la visibilización de los usuarios que, según sus predicciones, son más populares y que probablemente son los más jóvenes, los más atractivos o los que hacen más coincidencias regularmente, y no los que tienen los mismos objetivos a la hora de usar la aplicación, como formar una relación a largo plazo.
En Tinder, la mayoría de los usuarios tienen entre veinte y treinta años y son también los que tienen más posibilidades de encontrar a gente de su edad, hacer más coincidencias y aparecer en más búsquedas. A partir de los treinta ya se les califica como mayores.
Todos estos sesgos de edad se conocen como edadismo digital. "El edadismo se basa en cómo la edad se representa y se manifiesta en relación con las tecnologías digitales", especifica Linares-Lanzman. En un mundo hiperconectado, esta discriminación se expande por todas partes y está bastante arraigada tanto en las relaciones interpersonales como institucionales, lamenta el investigador, que alerta que afecta especialmente a mujeres mayores y racializadas. "Las formas de exclusión edadistas conducen, por ejemplo, a reducir el potencial interés por las tecnologías digitales y, en definitiva, a mermar la autoestima de las personas mayores", añade.
El edadismo digital afecta negativamente a las personas que se consideran mayores en un contexto concreto. Pero en el edadismo digital, puntualiza el doctor Linares-Lanzman, no solo importa la edad de nacimiento, sino también aspectos individuales, sociales y culturales. "Responde a una construcción sociocultural", apunta.
Por ejemplo, en Tinder, la mayoría de los usuarios tienen entre veinte y treinta años y son también los que tienen más posibilidades de encontrar a gente de su edad, hacer más coincidencias y aparecer en más búsquedas. A partir de los treinta ya se les califica como mayores.
Otro ejemplo es la industria tecnológica, que considera que los programadores ya tienen una cierta edad a partir de los 35 años. "En Silicon Valley se habla de la dificultad de encontrar trabajo para la gente de más de 35 años. Es muy preocupante lo que dicen las encuestas en Estados Unidos: tres de cada cuatro trabajadores confirman la existencia del edadismo, y el 80 % de estos trabajadores está preocupado por cómo la edad puede afectar a su carrera profesional", comenta Linares-Lanzman. Esta juventud de los profesionales de la industria tecnológica también tiene una influencia en la forma como se conciben las tecnologías digitales, que habitualmente están enfocadas a un público joven, mientras que los intereses, habilidades y valores de la gente son ignorados.
Los expertos aseguran que la solución "no es sencilla ni fácil de imaginar". "A menudo nos quieren hacer creer que esta solución vendrá de la propia industria tecnológica, porque es uno de los principales actores involucrados, pero su fórmula lo que busca es rentabilidad. Cuantos más problemas sociales hay, más soluciones tecnológicas quieren vendernos", recuerda Linares-Lanzman. El investigador de la UOC asegura que esta fórmula ya se está viendo con el uso de la IA para la contratación: "Hay un doble discurso: por un lado, el de la legislación y la ética de la inclusión, la equidad y diversidad y, por el otro, el de las soluciones tecnológicas que eliminarán los sesgos de edad en el ámbito laboral con soluciones de IA, pero sin explicar cómo lo harán o cómo de efectivas serán partiendo de la realidad".
El problema principal ante el edadismo digital y las posibles soluciones, insiste el investigador, es cómo funcionan estas empresas. "Son cajas negras; no sabemos nada de qué datos utilizan ni de los algoritmos, y es obvio que no hay transparencia real ni mucha voluntad de hacerlo", indica. La reciente ley de IA que ha aprobado la Unión Europea simboliza un adelanto en este sentido, según Linares-Lanzman. Ahora bien, deja claro que es "una lucha de David contra Goliat".
Sin embargo, el experto opina que hay muchas cosas que se pueden hacer para combatir el edadismo: "El primer paso es ser consciente de los gestos edadistas en la sociedad y levantar la voz contra el edadismo allá donde se identifica".
Para entender cómo opera este fenómeno discriminatorio, Linares-Lanzman y Rosales, de la UOC, junto con un equipo de investigadores de la Universidad de Brighton (Reino Unido), la Universidad Estatal de Leiden (Holanda) y el Instituto Weizenbaum (Alemania), están elaborando un estudio para evaluar, desde un punto de vista crítico, cómo funciona el edadismo en sistemas, productos, servicios e infraestructuras donde tenga presencia la IA. El proyecto, Ageism in AI: new forms of age discrimination and exclusion in the era of algorithms and artificial intelligence (AGEAI), busca explorar áreas relevantes como la asistencia sanitaria, los sistemas de ocupación y contratación, la movilidad y el transporte, los servicios financieros y la industria cultural.