El presidente ultraconservador de Irán Ebrahim Raisí murió en un accidente de helicóptero tras una presidencia y una carrera judicial marcada por la ortodoxia ultraconservadora que provocó las protestas feministas de “vida, mujer, libertad” y la intensificación de la represión en la República Islámica.
Los equipos de rescate localizaron este lunes el helicóptero en el que viajaba Raisí y sus acompañantes, tras horas de una amplia búsqueda en las montañas de la zona de Varzeqan, en la provincia de Azerbaiyán Oriental, donde desapareció un día antes.
Junto a Raisí volaban en la aeronave el ministro iraní de Exteriores, Hosein Amir Abdolahian, el gobernador de Azerbaiyán Oriental, Malik Rahmati, y el líder de los rezos de los viernes de la ciudad de Tabriz, Mohammad-Ali Al-Hashem, además de un número indeterminado de miembros de la tripulación.
Con su turbante negro, su barba y su rostro serio, el clérigo de 63 años fue un hombre del sistema de la República Islámica, como juez y presidente, y se le consideraba un protegido del líder supremo, Ali Jameneí.
De hecho llegó a figurar entre los favoritos para suceder a Jameneí, de 85 años.
Raisí asumió la presidencia en 2021 tras las elecciones con la menor participación en la historia de la República Islámica -48,8 %-, marcadas por el veto a candidatos presidenciales, lo que le abrió el camino.
Este fue su segundo asalto a la Presidencia. Presentó su candidatura en 2017 y consiguió un 38 % de los votos, por detrás del clérigo moderado Hasan Rohaní (2013-2021).
Si durante la campaña electoral trató de suavizar su imagen de ultraconservador, una vez que comenzó su mandato quedaron pocas dudas de su carácter.
Un carácter que llevó a su Gobierno a intensificar las políticas de uso del obligatorio velo islámico, que se había relajado en los últimos años, y que desembocó en la muerte de Mahsa Amini en septiembre de 2022 tras ser detenida por no llevar bien puesto el hiyab.
La muerte de la joven de 22 años desató las mayores protestas en años contra la República Islámica y solo desaparecieron tras una represión policial en la que murieron 500 personas y en las que fueron ahorcadas ocho personas, una de ellas en público.
La represión contra artistas, cineastas, deportistas o mujeres críticos con la República Islámica se ha prolongado hasta ahora cuando continúan con las recientes detenciones de mujeres por no usar velo o las sentencias a muerte contra raperos como Tomaj Salehi por apoyar las protestas.
Bajo su mandato se produjo el primer ataque directo de Irán contra Israel, cuando el 13 de abril el país persa lanzó cientos de misiles y drones contra su adversario regional, en un espectacular ataque que sin embargo no provocó daños.
Ese ataque fue una respuesta a la muerte de siete miembros de la Guardia Revolucionaria en el consulado iraní de Damasco, y del que Teherán acusó a Tel Aviv.
Antes de acceder a la presidencia el 5 de agosto de 2021 pasó por casi todos los escalafones de la Judicatura iraní: fue del Poder Judicial (2019-2021), vicepresidente de la Asamblea de Expertos, vicepresidente primero del Poder Judicial (2004-2014) y Fiscal General de Irán (2014-2016).
Raisí nació el 14 de diciembre de 1960 en Noghan, en la ciudad santa de Mashad, en una familia religiosa descendiente del imán chií Husein y, por tanto, del profeta Mahoma, de ahí su turbante negro.
Siguiendo la estela de su padre y su abuelo materno, que también eran clérigos, estudió hasta los 15 años en escuelas religiosas de Mashad, y después se trasladó a la ciudad santa y ultraconservadora de Qom para continuar su formación.
Fue alumno del líder supremo en uno de los seminarios chííes de Qom y más tarde amplió sus estudios con un máster posgrado en Derecho Privado y con un doctorado en Jurisprudencia y Derecho Privado.
Con esa formación, entró en el mundo de la judicatura en la década de los 80 en la ciudad de Karaj y en 1985 dio el salto a la capital al ser nombrado sustituto del fiscal de Teherán.
De esa época data uno de los puntos más oscuros de su carrera. Formó parte del comité que supervisó las ejecuciones de presos políticos de 1988, que acabaron con la vida de miles de opositores.
Su papel en esas ejecuciones la valió el apelativo de “juez de la horca”.
Siempre se mostró receloso con Occidente, y en especial con Estados Unidos, país que lo incluyó en su lista de sancionados en noviembre de 2019.