Los árboles y los humanos tienen orígenes comunes: ambos proceden de la tierra, sin bien estas plantas llegaron antes y no solo para aportar el oxígeno y el alimento que toda vida requiere. Su majestuosidad ha sido admirada desde el principio de los tiempos y hasta han sido mitificados y considerados sagrados en todas las religiones del planeta. Baste recordar en este sentido los que se mencionan en el Génesis; el Árbol de la Vida y el de la Ciencia del Bien y del Mal, entre todos los demás ejemplares que se encontraban en el Paraíso, donde también había frutales, ustedes ya saben...
Son seres vivos que crecen verticalmente, se ramifican, pierden hojas y las vuelven a recuperar y esta condición ha hecho que hayan adquirido una condición de inmortalidad y de vida eterna para muchas culturas.
La admiración por estos gigantes ha continuado a lo largo de las generaciones e incluso han cobrado vida en el mundo de la ficción cinematográfica y ahí están algunos ejemplos como “Barbor”, en el Señor de los Anillos o el sauce boxeador en la saga de Harry Potter. También un sauce hace de abuela en Pocahontas y, por si fuera poco, los árboles también han sido relacionados con el mundo extraterrestre como “Groot”, en Guardianes de la Galaxia.
La civilización ha derivado en una evolución de las creencias acerca de los árboles, pero nunca han dejado de fascinar. Hasta se ha creado una ciencia específica para su estudio, la dendrología, dentro de un campo más amplio que es la botánica.
De este modo, se establecieron protocolos para la protección de estas especies espectaculares y las primeras iniciativas se desarrollaron en Estados Unidos en el siglo XIX con las secuoyas de California y poco después se aplicaron medidas similares en el Reino Unido. En España no sería hasta 1974 con el Icona (Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza) cuando se ahondase en esta cuestión.
Estos estudios han ido perfeccionándose a la par que la admiración por estos monumentos vegetales y en ese afán de conservación natural la Xunta de Galicia, a través de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda, ha elaborado un catálogo de “Árbores senlleiras” que actualmente cuenta con 182 elementos de hasta 79 especies diferentes situados en su medio natural, así como en parques y jardines.
De todos estos elementos, 144 son árboles y 38 son formaciones. Por provincias, la de Pontevedra es la que más árboles singulares tiene con 62, seguida por la de A Coruña (55), Lugo (26) y Ourense (26).
La conselleira, Ángeles Vázquez, visitó en varias oportunidades las zonas en las que se encuentran las “árbores senlleiras” acompañada de medidas encaminadas a su protección y conservación porque “a través do coñecemento destes elementos, que atesouran en cada un dos seus aneis de crecemento fermosas vivencias, e da divulgación e sensibilización dos seus valores estaremos contribuíndo entre todos á súa conservación como parte integrante do noso patrimonio natural e cultural do que forman parte”.
La superficie arbolada de Galicia siempre ha sido rica y se caracteriza por las extensiones de carballeiras, abedules y bosques pluriespecíficos, aunque en este punto destacan los castaños en el rural gallego, puesto que las maderas de estos ejemplares eran muy resistentes y duraderas y sus frutos constituían una fuente de hidratos de carbono importante tanto para humanos como para los animales domésticos.
Toda esta biodiversidad generó una riqueza natural que hoy en día perdura con árboles extraordinarios tanto en tamaño como por su longevidad y que se consideran reliquias botánicas que es preciso conservar y proteger. De ahí que se avanzase en la creación de un catálogo de Árbores Senlleiras cuyo fin principal es el de “protexelos de posibles riscos e ameazas, garantindo así a súa conservación”, sostiene la titular de Medio Ambiente.
Estos árboles se encuentran al alcance de la vista y con un simple paseo por ciudades como la de A Coruña, por ejemplo, el palmeral de los jardines de Méndez Núñez sorprende por su altura y composición, al igual que los olmos que se pueden ver en el jardín de San Carlos, también en la ciudad herculina.
O Salnés es la comarca gallega que más tallos de estas características reúne y, sobre todos los municipios destaca Vilagarcía, donde el Pazo de Rubiáns es un auténtico museo natural con sus criptomerias elegantes, las cripnomerias japonesas, calocedros, magnolios y sus espectaculares paseos rodeados de camelias.
Desde luego, la visita a este lugar es obligada para quienes les apasione la botánica, porque también pueden admirar alcanforeros, magnolias grandifloras o unos espectaculares eucaliptos, que compiten con los que enraízan en el Pazo de Barrantes, en Ribadumia, también una localidad rica en recursos naturales como la llamada Carreira de Buxos del pazo Quinteiro da Cruz.
Bellezas y leyendas
La belleza de estos gigantes verdes luce con gallardía en el parque jardín de Caldas de Reis, una joya que ha sido declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y que bien merece un paseo bajo su sombra y con el cuello estirado para no perder detalle.
Las leyendas también están enraizadas con los árboles y muchos de los que figuran en el catálogo de los “senlleiros” tienen su historia como la Figuira do Meco, por ejemplo, que bien pudo servir de inspiración a Lope de Vega en su Fuenteovejuna.
Cuenta la leyenda que el Meco era un sacerdote déspota que dominada a todo el pobo ejerciendo incluso el derecho de pernada (derecho a dormir con al novia el día anterior a su boda). Se trataba de un clérigo de fuera de Galicia que vivió en O Grove entre los siglos XV y XVI. Jugando un día a las cartas perdió la partida con un joven local muy querido en la villa y sintiéndose humillado le dijo: “Sí, alégrate hoy que yo me alegraré mañana con tu mujer”. Al saberlo, los vecinos, que estaban hartos del personaje, lo colgaron de una higuera en el monte Siradella para que los visitantes supiesen lo que les pasaba a las persoas que con métodos prepotentes y despóticos visitaban el lugar. Cuando el asunto llegó a la justicia y quisieron esclarecer los hechos y castigar a los criminales, preguntaba el juez:
- ¿Quién mató al Meco?
- Lo matamos todos! - respondían.
También tiene historia el naranjo obsceno que se encuentra en el pazo de Brandariz, en Ortigueira. No fuecatalogado por sus dimensiones, apenas seis metros de altura y poco más de un metro de perímetro en la base del tronco, sino por la curiosa forma de sus frutos. Algunas naranjas producidas por el árbol tienen protuberancias que recuerdan a los órganos genitales humanos, tanto los masculinos como los femeninos, por lo que el ejemplar recibió el nombre de “Laranxa Obscena”.