El Concello de Vilanova ha comprado la última salazón que funcionó en la localidad, en el entorno de los molinos de Currás. Lo hizo con una inversión de 30.000 euros y con el objetivo de restaurarla “lo más fielmente posible” a la industria original, para que este lugar pueda funcionar como una suerte de centro de interpretación o museo.
El anuncio lo hizo esta semana el alcalde, Gonzalo Durán, en una visita a la zona en compañía de miembros de su ejecutivo.
El primer edil detalló que el local solo se destinó a aquel uso como salazonera. “No se usó para otra cosa” posteriormente; “se cerró como salazón”, por lo que en su interior todavía hay enseres, piezas y demás útiles habituales en este tipo de industrias que florecieron en puntos de la costa gallega en los siglos XVIII y XIX.
La propia costa arousana fue rica en la proliferación de aquellas factorías, impulsadas por empresarios de fuera de Galicia, con especial relevancia de familias catalanas que hicieron negocio gracias a esta forma de conservar el pescado para su traslado y posterior comercialización en el interior peninsular. En muchos casos, las salazones terminaron dando paso a las más modernas técnicas de conserva.
En el interior del edificio ahora adquirido, detalló Durán, hay todavía “estanques, compartimentos para la salmuera, donde se prensaba y demás. Es pequeña, pero está completa”. Tras el análisis técnico, se planteará el proyecto de restauración, que podría materializarse en unos años.