La planta de cría de rodaballo de Tragove seguirá siendo pasto del abandono que ya las mantiene en bastante mal estado, después de fracasar los intentos de Portos de Galicia por encontrar una nueva concesionaria. Hace casi un año había entablado contactos con una empresa que mostró interés, pero el ente público señala que nunca llegó a formalizar una propuesta.
Fue precisamente en septiembre del año pasado cuando la Xunta convocaba un concurso para elegir un proyecto empresarial que le devolviese la actividad, parada desde hace casi una década. En 2022 había concluido de manera firme el expediente de caducidad de la concesión otorgada en su día a la empresa Projoscar para una planta de cría que abrió sus puertas en 2008 y tenía la previsión de producir unas 430 toneladas de rodaballo al año. Sin embargo, apenas llegó a tener actividad. En 2015, la administración autonómica le retiró el permiso de granja marina por razones que ni la propiedad ni la Xunta quisieron explicar con detalle su momento.
El caso es que los pliegos que regían aquel proceso de busca de nuevos ocupantes indicaban que había interés por explotarla y así se demostró posteriormente. La sociedad Aquacría Arousa, con sede en Castrelo y perteneciente al grupo Sea Eight –líder en producción y comercialización de lenguado solea–, presentó una propuesta al concurso, la única, pero fue desestimada por cuestiones técnicas.
Entre otras cosas, quería construir dos nuevas naves, pero estaban proyectadas de tal manera que no cumplían la normativa urbanística portuaria, incluyendo el Plan Especial de ordenación, que está en fase de tramitación, según señalaba el informe técnico.
Así las cosas, el proceso se declaró desierto y el ente público iniciaba contactos de manera directa para ofrecer una concesión que podía durar hasta 50 años en función de la inversión realizada, que iba a ser “considerable” porque las instalaciones “non se atopan en bo estado”, reconocía Portos por aquel entonces.
Esto se tradujo en el interés de una firma cuya identidad nunca se dio a conocer por motivos obvios, al no ser nada más que una posibilidad. Sin embargo, ese interés nunca se formalizó, así que la mole ubicada en la entrada del puerto de Tragove seguirá siendo pasto del abandono hasta que Portos tome una decisión sobre su destino. Se invirtieron millones de euros en su construcción de los cuales, tres fueron de subvenciones públicas europeas y que se perdieron porque el plazo de reclamación había vencido.
El recinto se compone de una zona de piscinas con siete tanques de 180 metros de longitud y que actualmente carece del cubrimiento y las máquinas necesarias. En cuanto al edificio anexo, es de 1.300 metros cuadrados y tiene una zona de oficinas, una sala de pescado, cámara, así como una de clasificación de rodaballo, un almacén y un laboratorio. La parcela que ocupa tiene una superficie total de 19.000 metros cuadrados.