Ciudadanos de todas las patrias

En esto, de nuevo, mi biblioteca personal me ayuda. Localizo pronto el libro que estoy buscando. Lo compré en la librería Lord Byron, en Buenos Aires, fue en el verano de 2001 y el calor era insufrible en Argentina. Llevaba otro mundo conmigo y buscaba comprender mi destino. Adquirí el ejemplar Breve historia de la Argentina, de José Luis Romero. Creo ahora recordar que lo leí entonces con el placer del aprendizaje. Lo que en realidad me parece una señal, un guiño, y además me saca una sonrisa, es que encuentre este libro al lado de otro escrito por Roberto Mesa, Catedrático de Relaciones Internacionales, con el título Democracia y política exterior en España.


El de Mesa debí adquirirlo en mis tiempos de estudiante en la Facultad de Ciencias Políticas, lo tengo subrayado a lápiz, con anotaciones al margen, la primera reza así: «Una política exterior no la formula quien quiere, sino quien puede. Y esta frase, con aire de aforismo, se aplica tanto a los países como a los gobiernos».  Voy a releerlo, porque repasa históricamente cómo llegamos a incorporamos plenamente a la comunidad internacional desde el régimen dictatorial de Franco, pero también porque analiza los importantes cambios diplomáticos que tienen lugar en un país cuando pasa de un régimen dictatorial a un sistema democrático. 


Esta otra anotación, cuando mi caligrafía era más legible: «El hombre de nuestra centuria se sabe razonablemente ciudadano de todas las patrias. Al ensancharse nuestro horizonte cósmico, el Planeta tierra se empequeñece». No me gusta hacerlo, pero tengo que decirlo: injustificable, reprochable y lamentable, el tono y las palabras del presidente argentino, tanto como injustificable y desproporcionada la acción diplomática del gobierno de España. ¿A qué nos conduce la esterilidad de las polémicas personales? 


Deberíamos interesarnos más activamente por toda la problemática internacional, no llegar tardía y oportunamente, por ejemplo, a tener conciencia de la tragedia del pueblo palestino. No tiembla el pulso frente al grosero Milei, pero las coordenadas geográficas son otras: Gaza, Ucrania, Sudán. Lo explicó, claro y rotundo, con la autoridad moral de quien ha vivido la historia en primera línea, Felipe González, hace unos días en entrevista televisada. Debe saber, lo sabe, que nunca como ahora el pensamiento crítico se ha sentido tan amenazado. Y yo debería haber escrito sobre El invencible verano de Liliana, que es el libro que estoy leyendo ahora, de la premiada Cristina Rivera Garza. También podía haber escrito sobre esa jardinera que llevo dentro, sobre la alegría que me reporta sembrar plantas, flores, pero me he metido en otro jardín. 

Ciudadanos de todas las patrias

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