Encenderé una hoguera en la noche

Ahora que contamos como nunca la historia de nuestra vida, que le ponemos filtros, la adaptamos y embellecemos. Ahora que la mostramos con etiquetas, tan luminosa, puede que olvidemos lo que en realidad nos pasa, que lo que nos sucede ni siquiera sea verdad. ¿Quiénes somos al ser otro distinto de uno? Qué lástima que no seamos capaces de narrar nuestra oscuridad, escribió Juan Gelman, que ahí es donde se ve claramente la vida.


Te mostré que compré flores, pero eso es cierto, lo hago a menudo. Girasoles, esta vez. Te enseñé el libro que empezaba a leer, el último de Loorrie More, que te emplaza a habitar en su título: Si este no es mi hogar, no tengo un hogar. Venía de Un lugar soleado para gente sombría, de la premiada escritora argentina Mariana Enríquez, así que me pregunto por qué no leo estos días algo más tranquilizante, por qué me he dejado envolver por historias con fantasmas que quieren revisar mis emociones más difíciles y otorgan luz a todas mis sombras.


No te conté que he caminado por varios días otra ciudad que no es la mía. No te conté, no quiero hacerlo, que soy contrafuerte, puntal y apoyo, espolón y refuerzo. Estoy en el presente, y es largo, pero la luz del sol es espectacular y me acompaña. He conocido a Pilar, la llamaré así, porque también es estribo de otro. Se adueña su marido enfermo de todo su tiempo desde hace tiempo. Concienzudamente lo asiste, inclinándose para ofrecerle agua, alimento, aliento. No resopla. Hace pausas al hablar conmigo. ¿Por qué no puede protegerse mejor al familiar del enfermo? ¿Quién puede cuidar del cuidador descuidado? Pilar no tiene redes. Con la vida así, me cuenta, el silencio es su forma de protección. Su sonrisa es bonita, hace los sudokus de El País, celebra todos los días, uno por uno. Las noticias están fuera de su consideración, le sobran las guerras, los muertos.


Hay pocas personas que saben que los demás existen. Son palabras de Simone Weil. Te muestro en mis redes la fotografía de una plaza soleada y tranquila, de pavimento empedrado: hay un árbol y una bicicleta. La bicicleta lleva una cesta de mimbre. La imagen es bonita, eso te enseño. Mi corazón lleva un pellizco y no te lo cuento. ¿Es más fácil? Es más fácil.


Tengo redes de las ilusorias y tengo fuertes redes de las tangibles, las auténticas, son las que sostienen. Me llaman: «Acabarás contando esto, también». Tal vez. Escribiré, aunque sea para descubrir lo que significa ser uno mismo cuando se es uno mismo. Buscaré un interlocutor. «Encenderé una hoguera en la noche».

Encenderé una hoguera en la noche

Te puede interesar