Mazón y Jessica

Al columnista le cayeron los siete males en las redes sociales por sostener que el presidente valenciano, Carlos Mazón, y la exnovia de Ábalos, dama de compañía, o lo que fuere del exministro de Transportes, Jessica Rodríguez, vienen a ser dos versiones de dos Españas rivales: la que nos gobierna (Sánchez) y el que nos quiere gobernar (Feijóo).


No son odiosas las comparaciones de los pecados asociados a una y otra. Y no me parece herético ver en Mazón y Jessica la respectiva encarnación de dos “males de la patria”, como diría aquel regeneracionista llamado Lucas Mallada. Uno, la desidia del gobernante incapaz de sobreponerse a los acontecimientos. Otro, la inmoralidad del poderoso, de la que la citada señorita es una prueba de cargo.


Las declaraciones de Jessica en sede judicial (semana pasada, ante el Tribunal Supremo) retratan al entonces ministro Ábalos. Ya sabemos que sus apremios pasionales fueron financiados con dinero público. Ella lo explicó hasta con cierta naturalidad: sueldo asegurado en dos empresas dependientes del Ministerio de Agricultura y del Ministerio de Transportes, pero nunca acudió a su puesto de trabajo.


En cuanto a Carlos Mazón, mejor no andarse con rodeos. Un caso claro de negligencia, desidia, indolencia, pereza, dejadez, como quiera llamarse, que derivó en un luctuoso balance de muertes. El relato fáctico acredita que, a última hora de la mañana del 29 de octubre de 2024, Mazón estaba convencido de que no era para tanto. Y que le parecía desproporcionado declarar la emergencia y difundir las alertas. Como luego desapareció en un almuerzo privado, su consejera de Interior no se atrevió a llevarla la contraria mientras pasaban las horas y la avalancha de lodo sembraba el pánico a su paso por las rieras afectadas.


Cuando reapareció ya era tarde. Y ahora, cuatro meses después, mientras se va forjando la verdad judicial, los medios de comunicación y los partidos políticos, se centran en forjar la verdad política, cada uno a su manera. El debate gira en torno a si Mazón debe o no debe dimitir de su cargo. Los suyos dicen con la boca cada vez más pequeña que debe seguir para liderar la reconstrucción. Y los otros le apremian a dimitir, aunque creen que tenía que haberlo hecho ya por vergüenza torera.


Por supuesto que el caso de Mazón no es comparable al de Jessica. Pero compartieron el protagonismo político-mediático-judicial de la semana pasada. Han monopolizado los espacios donde se trafica con intenciones y se disfrazan los hechos para que nada sea lo que parece. El paso de Jessica por el TS y el chivatazo de una cámara de seguridad del Centro de Emergencias de la Generalitat valenciana han puesto el caldo de cultivo político-mediático en estado de ebullición.


Y en eso sí empataron.  

Mazón y Jessica

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