Sánchez, sigue la fiesta

Parece cada vez más acorralado por Puigdemont y los suyos, por sus pelas con Sumar y Podemos, por los escándalos de su familia, por los de “su” fiscal general, cada vez más cerca de la imputación, pero también parece incombustible. Releva a todos los barones socialistas que se habían atrevido a levantar la voz, coloca a los que nunca le discutirán nada y acude al feudo del único que se ha atrevido a levantar la voz para “garantizarle cuatro años más de gobierno en Castilla-La Mancha”. Sánchez y él saben que en cuanto pueda le dará la puñalada. Lo ha demostrado también en Telefónica, una empresa cotizada, donde ha dado un golpe de mano sin que nadie se enterase -la oposición del PP menos que nadie-, se ha cargado a Álvarez Pallete y ha colocado a Marc Murtra, cercano al Partido Socialista de Cataluña, al que antes había puesto, en Indra, en medio de un enorme escándalo y de división del Consejo de Administración -”quieren consejeros que no se opongan a sus intereses”, dijeron los cesados-.


De aquella ruidosa batalla aprendió mucho. Metió a la SEPI, con 2.100 millones del dinero de todos, en Telefónica, se garantizó el apoyo de CriteriaCaixa y BBVA -a ver quién se enfrenta a quien tiene el poder regulador- y de los saudíes, que piensan en crecer, llamó al todavía presidente de la compañía a la Moncloa para que se supiera quién decide y quien manda (como con el fiscal general del Estado), convocó de forma urgente al Consejo de Administración y procedió al relevo, por sorpresa y por “unanimidad”. 35 millones para Pallete y una muesca más en el control de las instituciones y de las empresas, públicas o privadas. Un genio.


Ya controla, directamente o por “delegación” la Fiscalía General del Estado, el Consejo de Estado, el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional, el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la de la Competencia, la Comisión Nacional de la Energía, el CIS, el Instituto Nacional de Estadística, RTVE, la agencia EFE, la SEPI y alguna más, como el Consejo General del Poder Judicial, aunque ahí el control es complejo, pero donde tiene veto por delegación con diez consejeros. Y todas las empresas públicas o participadas desde la citada Indra a Hispasat, Redeia, AENA, Navantia, Correos, Paradores, Seitttsa -donde colocó al expresidente de Correos que provocó pérdidas de casi mil millones de euros y el desprestigio de la gran empresa-, RENFE -donde acaba de provocar otro relevo a dedo- ADIF, Puertos del Estado, Enusa, Loterías y Apuestas del Estado, CESCE, AECID, Autopistas del Estado, Enresa, Sepides, Hunosa, las Confederaciones Hidrográficas- como la del Júcar de cuyo presidente no se supo nada antes, durante y después de la DANA-, Enagás, el Hipódromo de La Zarzuela (¡) y algunas decenas más. En todas ellas están sentados como presidentes y consejeros ex altos cargos del Gobierno socialista y socialistas de indudable fidelidad a Sánchez y de relevantes servicios al partido, con conocimientos y méritos en algunos casos, y sin ellos ni experiencia en el sector ni demostrada capacidad de gestión en muchos más, con sueldos que van desde los 100.000 a los 500.000 euros anuales. Desmontar toda esa red será una labor titánica si alguien alguna vez se lo propone.


José Luis Escrivá, antes de ser ministro y de ser presidente del Banco de España, cuando era presidente de AIREF, reclamaba “instituciones económicas independientes”. ¿Por qué seguimos creyendo en la meritocracia si es mucho más rentable hacerlo en la lealtad al que manda? ¿Le preocupa a alguien la injerencia política en las empresas? 


Hay un viejo chiste del gran Forges -aplicable hoy a todos los casos citados y muy especialmente al hermano del presidente- en el que alguien pregunta a un alto cargo “¿cuál es exactamente su cometido como Alto Comisionado Europeo para la Coordinación de Confluencias Sinérgicas” y el político responde: “pues es algo así como “no sé qué de los parámetros”, pero con certeza no sabría decirle”. Pues eso: “la Oficina de Artes escénicas se dedica a las artes escénicas”. ¿Y alguien se extraña? 

Sánchez, sigue la fiesta

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