La vieja Europa, a la deriva

Hace apenas un mes que el ex primer ministro de Italia y ex presidente del BCE, Mario Draghi, en un informe encargado por la presidenta de la Unión Europea, dejó muy claro que o Europa hacía algo dirigido a fortalecer su industria o su vulnerabilidad sería aún más visible. Proponía gastar mucho dinero, aunque su mayor preocupación era que se tomaban demasiadas decisiones marcadas más por la ideología que por un pensamiento a largo plazo pausado y guiado por el sentido común. La verdad es que esto era algo de lo que muchos economistas y expertos venían advirtiendo. La vieja Europa es cada vez más vieja y las importaciones, los altos impuestos y las malas decisiones en materia energética no conducirían a nada bueno. Y así estamos. Francia y Alemania están en declive y detrás irán Italia y España por más que parezca que los datos macro, por ejemplo, de nuestro país, nos salvan de la lista de sufridores.


Por si todo esto fuera poco, la guerra en Oriente Próximo preocupa y mucho no sólo por razones humanitarias sino por su repercusión en los precios de la energía, el atasco de las mercancías y el impacto que tendrá en la inflación, esa que ya algunos insensatos creen superada. Entre ellos tenemos al Gobierno de España que ya ha tomado decisiones como subir de nuevo el IVA de los alimentos, cuando la inflación acumulada de la cesta de la compra es aterradora en los últimos años, el salario más común no llega ni a los 15.000 euros y somos campeones del paro en todos sus componentes. De ahí que desde la OCDE se reclame a Sánchez aprobar unos presupuestos, disciplina fiscal y reducir el gasto público. O que desde la Fiscalía europea no se entienda que no se haya advertido a España por su abultado déficit. Y todo ello, cuando desde hace más de tres años, la recaudación marca un récor tras otro o hasta agosto apenas se han desembolsado el 16,7% de los fondos europeos.


El Gobierno debería dejar la autocomplacencia de unos datos de PIB o de cotizantes a la Seguridad Social, cuando la economía de la mayoría de los ciudadanos va por otros derroteros y no avanzamos en 15 de los 35 indicadores socioeconómicos clave.

La vieja Europa, a la deriva

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