El deterioro del monasterio cisterciense de Monfero (A Coruña), al pie del parque natural de As Fragas do Eume, no comenzó en fechas recientes, pero el abandono parece avanzar a pasos agigantados en el recinto del siglo XII, devorado por la maleza creciente e incluso por la proliferación de residuos.
Muros exteriores, muralla perimetral y sendas fuentes eran no hace mucho tiempo los elementos que sobrevivían en el complejo, que en 2007 fue cedido por 50 años a la Xunta de Galicia por parte del Arzobispado de Santiago de Compostela.
La joya patrimonial, el gran emblema de un municipio eminentemente rural de apenas 1.900 habitantes, pero con 173 kilómetros cuadrados de superficie, pudo convertirse entonces en un hotel de lujo, un proyecto que duerme el sueño de los justos por gestarse a las puertas de la gran crisis económica originada desde 2008.
La iglesia, abierta de forma regular al culto para los vecinos, es la única parte en buen estado de conservación, pero buena parte del monasterio llega a ser pasto del confeti que podría haberse utilizado en cualquier fiesta improvisada, preservativos y basura.
El estado de sus muros no invita a pensar en que se mantengan en pie a largo plazo y esa alerta ha llevado a que formaciones como el BNG hayan pedido en las últimas semanas partidas para su recuperación a través de las enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado.
El grupo nacionalista también ha trasladado la situación al Parlamento de Galicia, foro en el que ha instado a propiciar su "rehabilitación y recuperación para usos públicos", además de la divulgación de los hitos históricos que rodean al cenobio, foco de atracción para multitud de visitantes.
Desde el Ayuntamiento, su teniente de alcalde, Alberto Cortizas (PSOE), afirma a EFE que el consistorio encargó "este año un informe a dos profesores de Historia" de la comarca, 50 páginas que se pretenden trasladar a la Xunta, pero el gobierno local ha pedido "reuniones y no tenemos respuesta, reiteramos y siguen dando largas".
"Pasa del monasterio, no se ve a corto ni largo plazo que tenga interés en revertir la situación en la que está", señala el edil, que reconoce "bastante pesimismo" sobre lo que puede estar por venir.
Daniel Vázquez, en representación del BNG de Monfero, destaca a EFE que esa coyuntura es "bastante fastidiada y complicada, se ve que es un abandono total", y alude a un inmueble que se "dejó de lado, nadie hace nada por él", pero también advierte que si "no se toman medidas acabará siendo una pila de piedras y escombro".
De hecho, indica que vive a "dos kilómetros" y que él mismo percibe que en las propias "paredes están naciendo pinos; en el interior, la maleza ya sale por las puertas, tiene metros de altura", vegetación que también empieza a aflorar con fuerza en la iglesia: "Es un gran atractivo turístico, pero se están tirando la piedra de un tejado a otro".
La activista cultural Vanesa Castro, de la asociación Rural Contemporánea, clama ante un "abandono total" cuando son "miles de personas" las que se acercan y solo pueden conocer el templo "cuando abre" ante un convento "inaccesible" y con árboles "naciendo en muros y tejado".
Indica a EFE que cuando gran parte de la parcela estaba libre de verjas y candados "los claustros estaban limpios de vegetación" y alerta de que este Bien de Interés Cultural está "amenazado por dos parques eólicos proyectados en la zona".
Cerca de allí, Ana Belén González Jove regenta Casa Lourán, uno de los alojamientos rurales del pulmón verde que son As Fragas do Eume, y dice que a los vecinos no los escucha "nadie, es frustrante estar año tras año denunciando algo con lo que no se hace nada".
Sus huéspedes son españoles y del extranjero y sus frases suelen ser muy parecidas: "Vienen todos con la sensación de belleza, pero con qué maltrato a nuestro patrimonio; cómo es posible que se encuentre en ese estado".
Apenas "puertas cerradas, prohibiciones", en un ambiente de "resignación" porque pregunta "a dónde más hay que llamar para que alguien haga algo" y afea que este año "también se prohibió la subida" para mirar "las tallas que había del altar mayor, en exposición en el coro alto; quizá para no ver en qué estado están esas figuras".
Casi 16 años después de que se hiciese efectiva la cesión del monasterio, sociedad civil y dirigentes políticos reivindican que el cenobio de Monfero, dotado de una característica fachada ajedrezada, no sea engullido por la desidia.