La Audiencia de Pontevedra condena a quince años de prisión a Carlos Silla por el alijo del Benirrás, que llegó a la Ría de Arousa en dos planeadoras que incluso protagonizaron una sonada persecución policial en plena pandemia. El vilaxoanés logró escapar, pero fue detenido en octubre del año siguiente en aguas internacionales con 183 fardos de cocaína (5.200 kilos). Era, hasta entonces, un desconocido en el ámbito mediático, aunque las fuerzas policiales le seguían la pista desde años atrás.
Ahora llega su segunda condena en poco tiempo, precisamente el mismo número de años al que lo sentenció también el tribunal portugués (el juicio fue en Lisboa) por un alijo récord, el mayor en velero de toda la historia.
El papel de Silla ha pasado el de ser un desconocido, que practicaba vela y ejercía como sumiller, a adquirir gran relevancia. Hasta tal punto que la sentencia que se publicó ayer lo considera el dueño del Benirrás, pero también de toda una red de veleros que se destinarían al tráfico de cocaína.
A Silla también se le imponen dos multas de 360.000 euros cada una como autor de un delito grave contra la salud pública. La condena al jefe de la red es posible también por la confesión de tres de los inculpados, que vieron rebajadas sus penas.
Entre ellos se encuentra Antolín Fernández Pajuelo, patrón del velero, que descargó la droga en las planeadoras que llamarían la atención de los arousanos cuando el mundo se encontraba en los primeros días de la terrible pandemia de coronavirus.
Pajuelo explicó durante el juicio que su jefe era Carlos Silla, que le pagaría 800.000 euros por la operación. La droga, según relató, se cargó en Brasil y que, tras encontrarse con las planeadoras a 400 millas de la Ría de Arousa, puso rumbo al sur para otra operación, aunque abortó debido a la mala mar. Su confesión le valió una rebaja de pena, pese a que es reincidente en el tráfico de drogas. La Audiencia le impone seis años y tres meses de cárcel. Los otros dos confesos, C.R. y D. d R., también logran una reducción de condenas, que suman tres años y medio cada una; mientras que otros tres encausados que no admitieron su responsabilidad ante los tribunales son condenados a penas diez años y medio de prisión y multas de 300.000 euros.
La llegada de la droga a la Ría de Arousa sorprendió por el momento en el que se producía, con toda España confinada. Los equipos especiales de la Policía Nacional y la Guardia Civil y Vigilancia Aduanera lograron desbaratar la entrada de casi tres toneladas de cocaína, que tenía prevista su entrada en dos lanchas neumáticas de un único motor que fueron interceptadas por un amplio dispositivo por mar y aire. En tierra se detuvo entonces a dos hombres, ambos de procedencia sudamericana aunque uno de ellos residente en O Grove.
Una de las lanchas apareció hundida en las inmediaciones del litoral de Ribeira, después de que sus tripulantes escapasen de la Policía echando los fardos de droga al mar. Los agentes lograron recuperar 140, algunos incluso pescándolos directamente de las aguas. Aquel espectacular operativo también puso en el disparadero público a un hombre que, hasta entonces, había pasado desapercibido.