Es casi imposible ser vilagarciano –sea de nacimiento o de libre decisión– y no emocionarse con los acordes del pasodoble “Triunfo”. Es este, y no otro, el que desde hace años ejerce de banda sonora de una de las mejores fiestas diurnas de Galicia, la del Auga. Amaneció una jornada con temperaturas altas –como ya estaba prometido– y a las once de la mañana ya había gente esperando pacientemente (y cogiendo sitio) en el entorno de la iglesia parroquial. Ni un minuto más –ni tampoco menos–sobre la hora marcada las puertas del templo se abrieron. Miles de gargantas empezaron a cantar “San Roque, San Roque, San Roque es cojonudo” y el santo –a hombros de miembros de la peña “Os Gloriosos”– no se mostró tímido para regalar su presencia a los que lo estaban esperando. Salió bailando y la Banda de Música de Vilagarcía empezó a tocar y a desfilar –con una comitiva de miles de personas– por el centro urbano camino de la capilla de San Roque. Allí, en lo alto de la grúa, un altísimo Fernando Romay vislumbraba ya la marabunta de gente que iba a querer escuchar su pregón. Tras el himno gallego interpretado por la formación bandística cogió el micro, aunque el ruido que hacía tanta gente abajo hacía prácticamente imposible escucharlo. Algo que, en todo caso, ocurre año tras año en este mismo punto de la fiesta.
Según las normas no escritas de la Festa da Auga el líquido elemento no debe empezar a circular hasta que el pregonero lance el primer cubo. Muy pocas veces se cumple. Aunque San Roque fue en su camino hacia la capilla acompañado de confetti que se lanzaba desde los balcones, la gente animada por las altas temperaturas pedía “agua, agua” y desde arriba respondían.
Lo hacían al modo habitual, bien con mangueras o equipados con tarteras, cubos o vasos de plástico. Desde abajo ya se escuchaban los primeros “aquí no llega”, que no dejaron de sonar hasta pasadas las dos de la tarde.
Con el ya mítico “Eu quero josar” de Heredeiros da Crus y el santo bien guarecido dentro de la capilla empezó el descenso hacia las calles más céntricas. Un peregrinaje “regado” tanto desde arriba como también desde abajo, dado que eran pocos los que no iban armados con pistolas de agua, cubos y demás herramientas para que absolutamente nadie se quedase seco.
El hecho de que el 16 de agosto sea festivo en Vilagarcía y en ayuntamientos aledaños ayudó a que hubiese una gran afluencia de público tanto a la propia Festa da Auga como a la noche previa. Por el día la música tomó cada esquina del centro urbano, ayudando a que la diversión no estuviese localizada en un único punto. Así pues hubo animación en la Praza de Galicia, en la zona de A Baldosa, en la calle Méndez Núñez, en Romero Ortiz y también en O Castro, en donde la diversión continuaba cuando el horario marcado para la Festa da Auga ya se había sobrepasado con creces.
A lo largo de una larga mañana se vivieron escenas de todo tipo. Familias enteras que se caracterizaron para disfrutar de una fiesta que nació de forma espontánea, otros que emulaban las olimpiadas remando o nadando en la zona húmeda o el Freddie Mercury vilagarciano –pregonero en la edición del año pasado– que recorrió puntos estratégicos de la hostelería local para deleitar a los que consideran que no deben irse a casa antes de verlo en acción. Además de los de casa también se escuchaban en la calle sinfín de idiomas, lo que demuestra que la Festa da Auga se está internacionalizando y que aquellos que vienen una vez, repiten seguro. No es para menos, dado que la Festa da Auga hace tiempo que ha dado con la fórmula –durante el día– para que con solo un cubo y ganas de pásartelo bien vivas una de las mejores jornadas de diversión del año.