Raquel Albadalejo es de Madrid, pero lleva cinco años viviendo en Vilagarcía. Durante este tiempo se dio cuenta de que no existía ninguna tienda de encurtidos. La posibilidad de abrirla en la Praza de Abastos fue el impulso necesario para un negocio que entiende como una experiencia de sabores.
¿Se decidió por este tipo de negocios porque lo buscaba como cliente?
Totalmente. Además es una tienda que puedes revivir como quieras. Si no funciona el espárrago, traigo pimiento. Siempre vas adaptándote a lo que pide el cliente. Es lo bueno de tener un puesto en la Plaza, la relación que se crea. Hoy vino una mujer a decirme que le había gustado lo que compró.
¿Cómo es el proceso para nutrir de productos la tienda?
Lo bonito es que defendemos el producto gallego tradicional. La miel me la trae directamente el apicultor de Covelo; los licores son de aquí; el queso del país ya encontré un artesano... La gracia es ese contacto entre productor local y habitante y que lo que puedes ofrecer es infinito, haciendo una selección adecuada. La suerte que tenemos es la calidad que hay en Galicia.
¿En qué consiste el proyecto que presentó al certamen?
Es una idea muy realizable que consiste en vender aceitunas encurtidas gallegas. La idea es crear una marca propia, La Aceituniña, con Denominación de Origen gallega y a la vez vinculada a la Plaza y a Vilagarcía. También una marca propia de aceites. Nosotros hacemos cestas gourmet, que se venden muy bien, y un aceite de buena calidad siempre se agradece. Al tener punto de venta es todo muy realizable, aprovechando además el sello de excelencia de la Plaza y los servicios que traerá. Por ejemplo, nos van a poner un coche eléctrico para entregar pedidos. Además, escalonadamente llegará la digitalización, con una experiencia online completa también para vender fuera de Vilagarcía e incluso fuera de Galicia.