El primer poema firmado por Tito Porto se llama “A figuriña de barro”. Lo escribió siendo muy joven cuando, a consecuencia de una grave tuberculosis, se vio obligado a quedarse en casa para curarse de su enfermedad. Lo acompañaba en su clausura una figura a la que él mismo le entregó el honor de ser la protagonista de sus versos. Ese poema es el primero de los muchos que este vilagarciano nacido en pleno corazón de la ciudad (en los antiguos Campos Elíseos, ahora Praza España) ha rubricado con su nombre. Tito Porto era homenajeado ayer por su 95 cumpleaños, una cifra que lo convierte en la memoria viva de una ciudad de la que nunca se despegó. Sus compañeros de la Mesa das Verbas organizaron un sentido acto en el Salón García en donde fluyeron los recuerdos, los versos y la música de la Coral San Esteban de Redondela.
Mecánico de profesión su infancia transcurrió en los talleres Villaverde que su familia regentaba en la capital arousana y de ella heredaría el oficio con el que se ganaría la vida. No obstante, ya desde muy pequeño, su pasión fue el arte. Poesía, pintura, escultura y un sinfín de modalidades que ha conseguido llevar a la práctica a lo largo de los 95 años que ayer mismo cumplió.
Tito Porto mantiene la ilusión y es un “no parar” a pesar de sus años. En su día ideó una gran composición escultórica para lo que sería la Praza de San Roque en caso de que la petición vecinal de retirar la gasolinera del corazón de la ciudad llegase a cumplirse algún día. De momento, no ha sido así.
Los que lo conocen bien definen su obra pictórica, que ha podido verse en varias exposiciones, como “naif e galeguista” y algunas de sus obras las donó desinteresadamente tanto a Cáritas como al colegio de O Piñeiriño, entre otros.
Con una gran empatía para los niños acude a los colegios a contar su historia cada vez que lo llaman. Ayer se rodeaba de los suyos para celebrar 95 años cargados de poesía, de arte y, sobre todo de muchos amigos que lo aplauden.