En Treviscoso, muy cerca de los depósitos del agua, existe un conjunto de, al menos, ocho dólmenes .Lo sabe Patrimonio, que lo tiene catalogado, pero es algo bastante desconocido incluso entre los vecinos. No para los estudiosos ni los amantes de la historia, que han tenido la fortuna, o la pericia, de encontrar sobre el terreno, en una de las fincas particulares del lugar, una escultura megalítica que apunta maneras para ser reconocida como excepcional en el panorama gallego.
Se trata de un ídolo o figura antropomorfa, de labrado simple, no extraño en lo que hay documentado en Galicia en muchas de sus mámoas. Su forma encaja con lo que parece el uso y costumbres de los enterramientos en este territorio hacia aproximadamente el cuarto milenio antes de Cristo. Hay múltiples trabajos que atestiguan este tipo de figuras colocadas en los accesos hacia los túmulos, donde descansaban los difuntos, interpretando las piezas con alguna función religiosa. Lo que hace que esta piedra labrada destaque sobre sus hermanas es tanto el nivel de conservación, excelente, como la definición de las formas: Se aprecia un claro trabajo de separar cabeza y brazos del cuerpo y ese esfuerzo del arte naciente no consta de forma tan clara o rotunda en muchas otras esculturas de la época que se guardan en grandes vitrinas en Galicia.
El descubridor de la talla, Tormás Álvarez, compareció ayer junto al historiador Sindo Mosteiro, que ilustró estos y otros datos de interés. También junto a los ediles Tino Cordal y Xurxo Charlín, que ya anuncian una doble intención: Pedir a Patrimonio que la talla pueda quedarse en Cambados, en el Museo do Viño. Y hablar con la Mancomunidade para que, en los terrenos recientemente adquiridos para la mejora de la planta de agua, se pueda desarrollar un proyecto para señalizar el conjunto de dólmenes, instalar carteles y habilitar accesos.
Conocer que están ahí y su importancia es, también, una forma de protección. Porque ya se sabe de al menos un dolmen dañado o perdido en la zona. No son infrecuentes los ejemplos de expolios e, incluso, de daños al trabajar la tierra por desconocer que bajo ella se esconde un tesoro arqueológico.