Hace 25 años que Andrés Otero y otros vecinos de Ribadumia se juntaron en el banco de piedra del Restaurante O Tropezón para dar vida a la Agrupación de Voluntarios de Protección Civil. Desde entonces han recorrido un largo camino lleno de momentos difíciles, pero también buenos “porque somos case como unha familia, un grupo de amigos que queremos botar unha man no que faga falta e facemos unha labor encomiable”, cuenta su eterno presidente, Andrés Otero. De hecho, la voz se le quiebra cuando recuerda a los ocho compañeros fallecidos porque “doe moitísimo, é o máis duro”. A ellos, y a los colaboradores que han estado al pie del cañón desde el principio, les mostraron ayer su agradecimiento en un acto de conmemoración de tan especial aniversario y que consistió en una misa en la parroquial.
El presidente relata que al principio “non había pasta para nada”. De hecho, se empeñaron para comprar las cazadoras reflectantes de su primer operativo, la Cabalgata de Reyes de 1997.
Otero venía de cofundar la agrupación de Vilagarcía, que nació de entre un grupo de radioaficionados como él; luego pasó a la Cambados y como es natural de Ribadumia, el expresidente provincial Rafael Louzán, por aquel entonces trabajador de este concello, le propuso montarla en la villa. Así que junto a Guillermo, vicepresidente durante muchos años y ahora retirado, y otros vecinos con las mismas ansias dieron los primeros pasos.
Les cedieron un local que “reformarmos coas nosas propias mans” –el material lo pagó el Ayuntamiento–. Y a ese núcleo duro poco a poco se fueron sumando más jóvenes objetores de conciencia y muchos se quedaron. A día de hoy suman 42 efectivos, e incluso de otras localidades –la propia secretaria es de O Grove– y llegaron a los 50, pero cada vez hay menos vocación: “A xente pasa máis destas cousas, hai que facer cursos ás fins de semana e ao final tamén lles supón un gasto e algún prefieren andar ao ordenador todo o día”, ironiza Otero, que es bombero forestal. No obstante, él siempre dice: “Isto é unha cousa voluntaria, primeiro está o traballo, a familia e ao final Protección Civil porque non te pode quitar a vida”. Y es que “hai xente que pensa que cobramos moitos cartos e non levamos un duro”, y lo dice mientras recuerda operativos complicados como las inundaciones de 2007, que califica como el más duro: “Cortando estradas, sacando xente das casas e algúns que pasaban dos cortes e quedaban atrapados... Era da mañá á noite, cando acabou, respiramos”.
De hecho, en estos años el calificativo de “palanquíns” lo han escuchado muchas veces y en una ocasión, la propia vida calló la boca de quien lo profería. “Había un que no lo dicía cada vez que nos atopaba e nunha crecida do Umia quedou coa auga a altura da ventanilla do coche e berraba: “Chamade a Protección”. Despois diso, non o dixo máis”. Pero aun así también tienen muchos defensores y, de hecho, al ser un concello pequeño, de 5.000 habitantes, sus recursos son limitados y muchas veces han tirado gracias a esas aportaciones desinteresadas, como la del Taller Tourís Méndez, que les regaló su primer vehículo, e “son cousas de recordar para toda a vida”. Y al afecto que muchos le profesan, como el de ese bar al que casi evitan ir “porque o dono sempre nos invita, é imposible pagar algo”.
Otero no es muy optimista respecto al futuro de este tipo de agrupaciones y le entristece porque ellos repetirían, pero también entiende que ya hay otros servicios profesionalizados para atender emergencias, aunque quiere dejar constancia que esto no cubriría otros aspectos importantes y que, en casos como Ribadumia, no tendrían quien los atendiera. Así, se refiere a esa multitud de actos sociales, deportivos, festivos, hastas procesiones... Donde son necesarios unos controles y donde siempre se ve un chaleco con el nombre de Protección Civil “e nós imos encantados”.