María Baulo González, más conocida como “Maruja a parrula”, nació en el llamado periodo de entreguerras. Corría el año 1924 y eran tiempos convulsos. España se encontraba bajo la dictadura de Primo de Rivera, nacía el germen de Telefónica y el mismo día que vino al mundo, un 14 de noviembre, se vivía un hito en la radiodifusión española con la primera emisión de una radio autorizada por el gobierno. Ajena a todo empezaba a vivir esta vecina de Tragove (Corvillón) que ayer sopló las velas de los cien años siendo memoria viva del pasado más reciente de Cambados; con algún achaque, pero aún con la mente despierta de quien supo sobreponerse a las dificultades que le plantó la vida.
No muchos saben que llegó a vivir en el Muíño da Seca con sus tíos, que trabajaban para la familia Prego. Ella misma lo contaba en el documental grabado hace dos años por el Concello para conmemorar el aniversario de esta singular infraestructura hidráulica. Tenía poco más de cinco años, su madre había fallecido en el parto y de su padre solo gasta saliva para decir que “era un desgraciado, violou a mamá”. Así las cosas, pasó su infancia cuidando a los niños de la casa –no mucho más mayores que ella– y pronto acompañó a su tío en el mar, “vogando nunha gamela grande”, recordaba.
“Logo tamén andaba ao xornal nas fincas... No que había daquela”, cuenta Marisa Fernández, una de sus nietas. Ha visto nacer a diez –por desgracia, también le tocó vivir el fallecimiento de uno–, además de a 16 bisnietos y dos tataranietos. Con su tesón consiguió sacar adelante a tres hijos y puede decir que “de comer non me faltou, nin aos meus filliños, tiven sorte”.
Más bien determinación, porque a los 44 años perdió a su marido y principal sustento de la familia, pero salió adelante con esfuerzo y trabajo. De hecho, a nadie extraña que hace diez años siguiera yendo a trabajar a la finca. Ella misma es consciente de lo mucho vivido y “ata hai pouco dicía: ‘San Pedro debeu de esquecerse de min”, relata Fernández. Su descendiente cuenta que ahora disfruta de los pequeños placeres de una vida sencilla y de las grandes reuniones familiares, como las bodas de oro de uno de sus hijos celebradas en septiembre.
También del marisco y de todo lo que le pongan por delante porque no padece ninguna enfermedad que le impida seguir sus ya centenarios hábitos, aunque los paseos han quedado limitados porque se mueve muy despacito y gracias a un bastón, pero no quiere oír hablar de sillas de ruedas.
La única pauta médica que sigue es beber mucho líquido, aunque más bien lo intenta porque “a auga non lle gusta, di que lle fai dano”, cuenta riendo su nieta para explicar que es más amiga de un vaso de vino tinto con un “pouquiño de Coca Cola”.
Aunque ayer hasta el alcalde, Samuel Lago, y otros concejales, la visitaron, e incluso la compañía de seguros Xuntos le hizo un cariño por llevar 75 años confiando en ellos, “Maruja a parrula”, bautizada así porque era “una meniña bonitiña”, aún tiene pendiente una gran celebración con toda la familia y “está moi ilusionada”.