Por tu culpa, por tu gran culpa

No descarto que seamos el culebrón de alguna civilización extraterrestre. Nos tienen que estar grabando. Víctimas de la mente perversa de un guionista que nos pone a bailar como marionetas para el disfrute de espectadores necesitados de emociones fuertes. Como decía alguien en X, “así es imposible concentrarse y trabajar” y algo de razón tenía, no hay un momento de tranquilidad. Nos bombardean y procesar todo resulta tan complicado como digerir un cocido de tres vuelcos.


Estos días tenemos un thriller político en primer plano, “El caso Aldama”. Continúa, por desgracia, el drama en Valencia y las visitas ministeriales y como colofón, la pelea de vecinas de barrio entre Broncano y Motos luchando por un motero como chonis de peli americana, chicle en boca y pelo cardado.


Lo de Aldama es potente: tras recibir unos balazos en su coche blindado (una línea ya te pone en situación) sus declaraciones ponen en riesgo el gobierno de un país. Cojan palomitas, señores extraterrestres, el testigo imputado se autoinculpa para propiciar la caída de todo el sistema. ¿Logrará salir indemne de su aventura? Muy pronto en sus televisiones inteligentes. Los extraterrestres más avezados pensarán en lo raro que es que nadie dimita por nada. Ni por la trama desgraciada de Valencia, ni por las declaraciones de Aldama, ni por imputaciones de unos y otros ni por gritos maleducados de ministras poco acostumbradas a tratar con el pueblo llano. Aquí no dimite nadie, queridos marcianos. Bueno, la señora aquella borde malencarada que maltrató a los familiares de los fallecidos en la riada. No dimitió, la cesaron, que aquí nadie quiere soltar la teta de los sueldos alucinantes que se han otorgado a sí mismos, porque ellos lo valen. La nueva aristocracia, todo para ellos pero sin el pueblo, que molesta. Todo el populacho entre barro y cañas, cansinos y protestones, la culpa no es de nadie, bueno, no, es tuya, del cambio climático, de tus protestas por los tapones pegados y tu coche diésel que te vendieron como el menos contaminante y por arte de magia ahora está creando el efecto invernadero y la crecida de las playas. Los extraterrestres deben estar gritándole a la televisión mientras se tiran de las antenas: pero rebélense, terráqueos, hagan algo, algo que no sea ver a Motos o a Broncano o comprar en el Black Friday cosas que no hacen falta. Cualquier día algún selenita quijotesco se acercará a la Tierra para reventarlo todo, antes de que Putin apriete el botón ultrarrojo y nos reviente antes con un hongo de esos tan vistosos.


El Gobierno saca unas instrucciones para actuar en caso de guerra nuclear, ataque preventivo de la URSS, qué harías tú. Yo meterme en una nevera, como Indiana Jones. Si Indiana lo hizo, yo lo copio. Total, cualquier instrucción que no sea meterse en una nevera o en un refugio nuclear construido por Antonio Recio (qué razón tenía, como siempre, LQSA) será absurdo. A menos que lleguen los extraterrestres a desviar los misiles, como Superman, o algún terráqueo listo, como Ironman, vamos de nalgas. Pero si el guionista es inteligente, le cortará el dedo al ruso (es figurado, señor Putin) para que podamos ver el final del “Caso Aldama”. Por lo visto hay un disco duro de un Terabyte de capacidad y seis móviles en manos de la UCO. Espero que el guionista extraterrestre se afane y podamos seguir el culebrón gubernamental más apasionante de los últimos años. Por cierto, con Broncano se podía haber esforzado un poco: en cualquier peli de periodistas de los 80 hubiesen encontrado a un invitado en tiempo récord que  pulverizaría las audiencias (como Putin) en vez de poner a Bambi y a su madre. Pero ya no vivimos en los 80, nadie puede culpar a un guionista extraterrestre de no haber visto Lou Grant. Al fin y al cabo, nadie tiene la culpa de nada excepto tú, amigo lector. 

Por tu culpa, por tu gran culpa

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