Un lugar propio

Supongo que no quiero añorar un lugar en el que jamás he estado, tampoco anhelar un tiempo en el que decididamente estaré. Pretendo mi tiempo presente y ansío un lugar propio. De repente es julio. El verano está en su íncipit y nos abraza con días largos, con noches cortas. Dejamos de estar en guardia, como si todo lo que amaramos no corriera peligro, como si el mundo fuera obstinadamente mejor en este momento del año.


Es tiempo de geranios y gitanillas, gerberas y claveninas. Es temporada de frambuesas, ciruelas, melocotones, peras y albaricoques.


Es verano, apetece que nos queramos sin intermedios. Recordaremos que hay guerras, repuntes de violencia de género, un atisbo de cielos grises y otras batallas domésticas que fingiremos no ver.  Que el sol nos deslumbre. Necesaria es la pausa en Quintilis, así se nombraba al quinto mes en el calendario republicano romano antes del calendario juliano, antes de que Julio César llegara al mundo de la antigua Roma un día doce de un mes de julio.


Descansar es lo que quiero, que el tiempo no me persiga, que vaya yo tras él, con la vida más ligera. Mis amigos, mi familia, saben que no me aburriré, al contrario, aficionada soy a organizar veladas estivales bajo cualquier pretexto.


Luego está mi necesidad de ir despacio, más despacio, observar lo que me ofrece el día, el mar, la calle, cualquier calle. Llevaré mi cámara, eso es lo que pretendo, haré fotografía del aquí, del ahora, sin inventar. Descubriendo.


De lo que te hablo es de cultivar esa pasión que luego te ayude cuando el sol deje de estar en su cenit y tenga las horas contadas. Un asidero, un pretexto, un subterfugio inmediato al mundo de otras estaciones es para mí, por ejemplo, la fotografía.


Este verano también quisiera dibujar, levantarme más tarde, seguir viajando: leyendo. ¿El qué? No lo sé, nunca preveo nada en verano. Dejo que la biblioteca me sorprenda con títulos de ayer: El bello verano, por ejemplo, de Cesare Pavese, o Frankie y la boda, de Carson McCullers. El verano es una de mis excusas favoritas para hablarte de libros.  También aleatoriamente me traeré títulos nuevos de las librerías. Pero ahora estoy de viaje, he vuelto a Nueva York, con mi amado James Salter. Es Todo lo que hay, así se titula esta novela preciosa que recupero para contarte que cualquier página del escritor norteamericano, del que siempre he querido leerlo todo, arroja certezas y verdades sobre cualquier vida; que contiene suficiente amor y desengaño. Como un verano.


Aunque lo sepamos evanescente, que éste nos sea vívido y soñado.

Un lugar propio

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