Pánico

Al escuchar el otro día a Biden pensé por un momento que había olvidado el poco inglés que sé. El discurso ininteligible del presidente de la nación más importante del planeta se me hizo algo de bola, por decirlo de manera fina. Luego entendí que no era yo, era él. Un señor que balbuceaba y no sabía casi hablar, las caras de Trump con el ceño más fruncido que de costumbre y el color naranja valenciana más intenso que nunca, la mujer del señor que balbuceaba felicitándolo por haber contestado todas las preguntas como si el pobre fuese un escolar de 9 años presentándose a un concurso de deletrear, los demócratas entrando en pánico, la revista Time entrando en más pánico, todos los humanos con acceso a redes sociales entrando en pánico también al imaginar el dedo del señor Biden dándole al botón rojo volamos Moscú, o teléfono, da igual,  creyendo pedir unas hamburguesas con extra de queso. Panic in the streets of Washington, que diría Morrissey. Vivimos tiempos extraños: Trump a punto de recibir sentencia por falsedad documental por sus devaneos con una actriz porno le da una paliza a un señor mayor del que llevan tiempo ocultando su evidente deterioro. La prensa bautizando como bulos lo que veíamos todos a simple vista. ¿A quién vas a creer, a tus propios ojos a lo que te quieren vender? Por supuesto a lo que te quieren vender, quién te crees que eres, simple mortal. El panorama se muestra sombrío pero aquí estamos, esperando el España-Georgia y la crónica de Rajoy para obtener algo de consuelo. Georgia es un rival peligroso, fútbol es fútbol y todo el ritual invariable que acompaña a los partidos. Estos días ponen en Netflix un documental fascinante sobre las cheerleaders de los Dallas Cowboys en el que se disecciona la sociedad norteamericana de una forma muy disimulada pero brutal. El triunfo de la belleza, el dolor de la decepción, el rodillo que aplasta todo lo que no logra la excelencia, las entrenadoras con sus pañuelos de papel siempre a punto para los lloros cuando de forma inmisericorde despiden a las chicas, el estatus…veía el documental-serie pensando que que el Deportivo podía ser pionero en poner un equipo de cheerleaders mixto, nada de machismo, aquí objetivamos a todos sin mayor problema, me imaginaba a jóvenes ilusionados haciendo acrobacias imposibles en el estadio de Riazor vestidos de blanquiazul pero luego desperté de mi sueño. Aquí somos más sobrios, no entendemos el espectáculo de una forma grandiosa como los yankis. En eso me dan mucha envidia. Ese no tener vergüenza, ese concepto de grandiosidad y de cuanto más grande mejor resulta aparatoso pero bien hecho (y eso es algo en lo que son maestros) suele salir bien. O muy mal, como en el caso del bueno de Biden, que deambula de estado en estado en un estado más que sospechoso de pedir un retiro dorado mirando las carpas del estanque, cortando hojitas de bonsái o dando de comer a las palomas. Acabará Trump gobernando desde la cárcel, en estos tiempos convulsos yo ya me lo espero todo. Hasta que España le gane a Georgia, un equipo peligroso, fútbol es fútbol pero necesitamos cheerleaders, amigo lector. En el basket ya amenizan los descansos. ¿Para cuándo en el fútbol? Renovarse o morir, ahora que la Segunda División o Liga Hypermotion o cómo se llame es más emocionante que la Primera es el momento de copiar lo bueno de USA, porque lo malo es inimitable. Solo hay que ver a Biden y sus discursos.

Pánico

Te puede interesar