Presidente, tengo dos preguntas para usted

Si tuviese que anticipar mis peticiones a los Magos de Oriente, les pediría que imbuyesen en quien me gobierna, es decir, Pedro Sánchez, un mínimo de previsibilidad. Porque, si le digo la verdad, pocas veces en mi vida me he enfrentado a un año –menudo añito el que nos viene– con tantas incertidumbres procedentes del Gobierno, y eso que España es país en el que tradicionalmente pocos vaticinios políticos se pueden hacer sin riesgo a equivocarse mucho.


Aunque sé que la imprevisibilidad es precisamente uno de los factores del éxito de Sánchez, tengo dos preguntas urgentes que me gustaría que el presidente me respondiese sin los circunloquios habituales y suponiendo, claro, que se colocase en situación de contestarme, lo que no creo: ¿cuándo, dónde y para qué exactamente se va a entrevistar con Puigdemont el fugado? Y segunda cuestión: ¿piensa someterse a la cuestión de confianza que le exige el líder de Junts, que sigue siendo el hombre que, con sus siete escaños en el Congreso, domina con control remoto el escenario político?


No es mucho preguntar, ciertamente, ni son interrogantes demasiado originales. Habría, claro está, decenas de otras cuestiones para interrogar al presidente del Gobierno de un país que no va mal en lo económico, pero que tiene muchos boquetes en lo moral y en las líneas maestras de lo que debería ser una modélica democracia. Casi dos tercios de los españoles, dicen las encuestas, querrían que hubiera elecciones generales este 2025, abrumados quizá precisamente por tanta incertidumbre y por la debilidad de un Ejecutivo que depende de Waterloo; pero esas mismas encuestas, casi por el mismo porcentaje, indican que los ciudadanos creen que no irán a las urnas. Gobernar a golpe de encuestas sería, desde luego, una auténtica barbaridad; pero también lo es, y vamos acostumbrándonos a ello, gobernar de manera contraria a los deseos de la mayoría.


Yo también desearía elecciones, también pienso que no las habrá, tengamos o no Presupuestos, e igualmente desearía, como un sesenta por ciento, que Sánchez se sometiese a una cuestión de confianza en la Cámara Baja, como ha hecho el canciller alemán Scholz al perder una clara mayoría en el Parlamento. Y, claro, tiendo a pensar que no lo hará, aunque no estoy, sobre ello, tan seguro: si se presentase a la cuestión de confianza, seguramente la ganaría porque los partidos que le apoyan le mantendrían, incluyendo Junts, su respaldo.


Así que ya digo: a los Reyes de Oriente les pediría que nos traigan unas respuestas claras, aunque no sean las que nos gusten. Pero, conociendo el paño, me temo que, en lugar de certidumbres, nos van a traer carbón, como casi siempre. Y la consabida corbata, que ya, en tiempos de triunfo para las lalachús de este mundo, casi nadie usa. 

Presidente, tengo dos preguntas para usted

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