Rendirse no es una opción

He estado muchas veces en este salón de plenos. Casi todas ahí detrás, en ese cuartito reservado a los periodistas que te permite ver desde un puesto privilegiado todo lo que pasa aquí sin que te vean demasiado a ti. Porque nosotros, los detrás de la cámara, de la grabadora, del micrófono no solemos ser los protagonistas. Lo nuestro es hablar de quienes están aquí arriba, recibiendo medallas, que es algo que siempre les pasa a otros. Como los árbitros en el fútbol o como las columnas en el parking, lo nuestro es estar pero que no se note que estamos. Ser invisibles como la Torre cuando entra la niebla para contar lo que pasa recordando que los verbos nunca deben estar en primera persona. Es verdad que en los últimos tiempos me ha tocado estar también aquí, pero siempre representando, o al menos intentándolo, a mis compañeros y compañeras, y detrás del parapeto de la Asociación de la Prensa. 


Hoy me enfrento a esta batalla a pecho descubierto porque hoy me toca a mí ser la que sale en la foto, la que recibe la medalla, la que pronuncia el discurso mientras otros llevan la cámara, la grabadora o el micrófono. Y he de deciros que no es tan fácil estar en el foco, así que prometo respetar más y tratar con más cariño a partir de ahora a los que suelen salir en la foto. 


La Asociación Histórico Cultural The Royal Green Jackets me concede este honor que seguramente no merezca en absoluto pero que acepto con gran alegría y eterno agradecimiento. A cambio, me comprometo a ayudar desde mi trabajo como periodista a difundir todo lo que tiene que ver con la batalla de Elviña y con quienes tratan de mantener vivo este trozo de historia y lo que significó para la ciudad de A Coruña. Aún recuerdo la primera entrevista que le hice en La Opinión a Manuel Arenas sobre este tema, a principios de siglo. La primera pregunta era la siguiente: ¿Por qué celebramos tanto una batalla que perdimos? Es verdad que aquellas entrevistas, que se agrupaban bajo el nombre de “A la contra”, buscaban remover, de alguna manera, al protagonista con preguntas un poco impertinentes como esta que ahora me produce ternura y pudor a partes iguales. 


Revisar la propia historia tampoco está de más. Las hemerotecas, un enorme tesoro que debemos pelear por conservar y que no siempre valoramos en su justa medida, siempre nos ponen en nuestro sitio. La digitalización, que sirve para poner al alcance de todo el mundo las publicaciones de antaño y encontrar de manera rápida lo que antes llevaba media vida, es una herramienta magnífica que nos permite volver atrás en el tiempo. Con un click, nos ponemos en los zapatos de aquellos periodistas y podemos leer, por ejemplo, lo que escribían nuestros colegas en enero de 1909 en El Noroeste sobre la conmemoración del centenario de la batalla y los problemas que tuvieron para sacarla adelante. No os voy a leer todo lo que contaba el compañero pero os resumo que la cosa empezaba a finales de 1909 con la preparación de los actos, que peligraban cuando el Gobierno central nos denegaba la subvención, seguían el 16 de enero con varios cambios de día porque, al parecer, el que tenía que tener lista la lápida, no la había terminado y después porque, entonces sí, al parecer llovía. Las crónicas terminaban cuando, por fin, el 31 de enero, como explicaba el plumilla de 1909 con cierto retintín, “el programa fijado para la celebración se cumplió en todas sus partes”.


Todo esto lo sabemos porque allí había un periodista para contarlo. En 1909 hubo que esperar dos días, porque los actos cayeron en domingo –entonces había una cosa que hoy nos resultaría impensable y es que los periodistas descansaban los domingos– y hoy apenas tardaremos unos minutos en tenerlo a mano, nunca mejor dicho, a través del móvil. Pero la esencia sigue siendo la misma: contarlo. Mirar atrás nos permite recordar que lo que contamos hoy, seguramente, otros lo contaron antes que nosotros, por muy originales que nos creamos. Por mi parte, me comprometo a seguir hacia adelante pero a mirar más atrás aunque me arrastre la vorágine de la inmediatez cada vez que coja la cámara, la grabadora o el micrófono. Confío en que el espíritu de sir John Moore me guíe y me ayude a luchar junto a los míos para esquivar las trincheras partidistas, las puñaladas de Twitter, las guerras de las audiencias y las peleas por el clickbait. En el periodismo, como en la vida, rendirse nunca es una opción.

Rendirse no es una opción

Te puede interesar