Expone en la galería Bomoble, Victoriano Fernández ( A Coruña,1971), un pintor que cuenta con una amplia trayectoria expositiva, con obra en instituciones,, como la Academia de Bellas Artes y el Palacio de la Ópera y que cuenta en su haber con importantes premios. “Ovillos y madejas” es el título de la obra que presenta y que viene a ser una síntesis del camino recorrido y que reflejó en exposiciones anteriores, como “La domadora de leones”, “Saturno” o “Atravesar la noche”, donde la mancha suelta servía de vehículo para expresar todo el pathos de la existencia, que es –según propia confesión– el signo de los tiempos y que, en este caso, tiene relación con la guerra de Gaza. De ahí la tensión que establece entre el fondo claro, color carne, y los espacios compuestos de desgarradas manchas negras y grisáceas que se configuran en bultos informes, abren huecos ,se entrelazan y expanden como estallidos o se estiran como patéticas carnes deshilachadas. El desgarro y la angustia ontológica vibran en estos contorsionados y retorcidos ritmos que conmueven el vacío que los rodea. De algún modo –como ya dijimos en otra ocasión– nos acerca a una reflexión metafísica sobre el sentido de la existencia, que no es precisamente optimista; refleja ese lado de sombra que, inevitablemente, aparece siempre en contrapunto con la luz y que tan bien conocieron los maestros del Barroco, aunque en él no configura personajes o figuras, sino que campa libre por el espacio en informales manchas que, a veces, pueden recordar las nubes de tormenta. De manera que su estética puede relacionarse con el expresionismo abstracto que permite dar libre cauce a las imaginaciones del inconsciente (como afirmó Jung) y, también, con el informalismo y la action painting, técnica en la que el pintor se deja llevar por el impulso dinámico de pintar y convierte el lienzo o el soporte en territorio de experimentación y de combate; aunque, en el caso de Victoriano, se percibe un estudiado control de la mancha y, aunque habla de sensaciones fugaces, aparece articulada rítmicamente, como lo hace la música. De manera que, aún buscando transmitir o sugerir ese lado oscuro de la vida, los cuadros están resueltos con una composición perfectamente equilibrada y con un resultado estético que es de gran belleza, lo cual permite una contemplación fascinada que nos atrae hacia los recovecos e intríngulis de la vida y de la condición humana. El eterno enfrentamiento de contrarios: la vida y la muerte, la luz y las sombras, el bien y el mal se perfilan como tránsitos que ondulan imparables en la vastedad infinita, que se ovillan o se entretejen en madejas- como reza el título- de un modo constante y abierto a todos los horizontes, a todos los inconmensurables espacios. Victoriano Fernández nos enfrenta, así, con asumida humildad ante lo desconocido, ante el heraclitiano e imparable fluir, de modo sibilino nos ofrece sus aéreas manchas como recintos secretos donde se esconde el eterno enigma, la eterna pregunta metafísica sobre el ser.