Eran otros tiempos y los esfuerzos, para sacarse adelante los estudios, se multiplicaban. Pero ello no quiere decir que en aquellas aulas no hubiese también tiempo y espacio para fraguar anécdotas imborrables y amistades inquebrantables.

Así lo demuestran, medio siglo y un año después, los 17. Los alumnos que superaron aquella difícil promoción que comenzaron 146, en un Bachillerato que duraba siete cursos y dos reválidas. A estas se sumaban, recuerda Chicho Berride, una prueba de madurez para acceder a cualquier facultad o escuela superior.

Antiguos alumnos de unas instalaciones que eran diferentes a las actuales, ya sometidas a todas las reformas necesarias tanto en lo referente a las nuevas tecnologías como a la normativa de accesibilidad, por poner dos ejemplos. Eran otros tiempos, pasaron 51 años, y eran, también, jornadas de ocho horas lectivas, de lunes a viernes, durante todos los cursos.

Todos aquellos esfuerzos, madrugones, preocupaciones y quebraderos de cabeza ya están olvidados y lo que ahora se recordó, entre buena comida, cafés y algún que otro vino, fueron los buenos momentos vividos en el instituto que hoy recibe el nombre del Castro Alobre. El restaurante Acebo fue el lugar para tan emotivo reencuentro de antiguos alumnos, que repite el éxito del que se llevó a cabo en el cincuenta aniversario.