Las comarcas de O Salnés, O Barbanza y Ulla-Umia afrontan el verano con la práctica totalidad de sus territorios clasificados como Zonas de Alto Riesgo de incendio (ZAR) –excepto Ribadumia, Cuntis y Moraña– y con tres parroquias declaradas de Alta Actividad Incendiaria (PAAI): Saiar, en Caldas, y Cures y Santa Baia, en Boiro, aunque este año Ribeira sale del lista. Pero también con más de 300 efectivos preparados para actuar.
Son el personal fijo y temporal –este año los contratos se amplían de seis a siete meses– de los distritos forestales XIX Caldas-Salnés y IV Barbanza, conformados por casi 200 y 130, efectivos, respectivamente. También con diez y seis motobombas, además de medios aéreos y un equipo batracio cada uno, una de las novedades de este año; un tractor especial equipado con cuchillas, cisterna y condiciones para un mejor acceso al monte. Pero sobre todo, con “preparación constante e experiencia”, explica Pedro López, jefe del 19.
Vuelve a esperarse un verano más cálido de lo normal y es una de las cosas que han cambiado desde el inicio de su carrera, hace 35 años. El cambio climático ha complicado y cambiado la tipología de los incendios, pero el principal causante sigue siendo el mismo. El 74 % de los registrados en Galicia en la última década fueron intencionados y este distrito tiene entre manos un caso claro, el del Monte Xiabre, que “arde constantemente”, lamenta el también ingeniero forestal. Desde 2014 se han quemado 2.000 hectáreas.
De ahí que el Plan de prevención e defensa de la Xunta (Pladiga) mantenga una de las parroquias que ocupa, Saiar, como PAAI. En esta ocasión por virulencia, pero hace años era por número, el motivo por el cual están ahora las mencionadas de Boiro, con siete fuegos en Santa Baia y 43 en Cures en el último lustro. Pero es que además “é unha zona bastante complicada para a extinción” a pesar del “gran traballo que fan as súas comunidades de montes”, comenta López. Básicamente por “sus características, ten pendentes, polo tipo de arborado e de exposición, que fai que a vexetación estea máis seca no verán e entón propaga con máis velocidade”.
Fundamentalmente tiene pino y eucalipto y, según el jefe, el principal problema de este último es que las hojas prendidas salen volando y crean focos secundarios.
En cinco años ha registrado tres episodios. El más reciente data de 2022, cuando fue necesario desalojar casas, pero, teniendo en cuenta sus antecedentes, hasta el propio brigadista puede decir que en los últimos tiempos “está máis controlado”.
La media del Distrito Caldas-Salnés es de aproximadamente un centenar de incendios al año, incluyendo los conatos, lo que supone un descenso importante, pues López asegura que hace 16 años era más parecida al total de fuegos registrados el año pasado en toda la comunidad autónoma, 908. Se trata del mínimo histórico desde que hay registros, pero aún así, la superficie quemada es la cuarta menor de la última década.
De ahí los esfuerzos efectuados en la parte menos visible del trabajo que desarrollan durante todo el año, pero fundamental: la prevención y el control del cumplimiento de las normas, como mantener las zanjas de protección limpias de vegetación y “ás veces hai que denunciar”, lamenta el especialista. También en la búsqueda de herramientas para una extinción cada vez más eficaz.
El bombero lleva dos décadas en el cargo y “apagar é o mesmo de sempre, hai que saber facer o que hai facer”, así que si algo ha cambiado en estos años es la aplicación de avances tecnológicos para una mejor y más eficaz toma de decisiones y planificación porque es una obviedad, pero atajar cuanto antes el incendio es capital. De hecho, en cuanto llega un aviso, salen sí o sí, “e se non hai nada, pois damos a volta”. Su tiempo de respuesta en los últimos años ronda la media de los 18 minutos y en primera instancia envían a un agente forestal, a una o dos brigadas y una o dos motobombas, en función de si es temporada de alto riesgo, cuando se manda al mayor número de medios desde el principio e incluso se activa la salida inmediata de la brigada del helicóptero. No obstante, todos los distritos gallegos están pendientes por si hace falta un ataque ampliado.
López destaca la aplicación XeoCode Lite de la Consellería do Medio Rural, “a máis avanzada de España” y que permite al centro de coordinación monitorizar y visualizar en tiempo real todo lo relacionado con la intervención: dónde está cada bombero, a dónde enviarle, mandarle al móvil un plano sobre dónde realizar la línea de control, qué camino tomar –Google Maps no sabe de montes–, recibir fotografías de los efectivos, etc. Todo lo que antes se hacía verbalmente.
Información fundamental para luchar contra las llamas, pero también para cumplir la primera regla: que los bomberos “traballen coa máxima seguridade”. De hecho, todos están geolocalizados y tienen un botón de emergencia. Nunca han tenido un accidente mortal, aunque sí hospitalizaciones, más bien por fracturas óseas, pues aunque tienen amplios conocimientos para evitar cualquier accidente, es un trabajo lleno de imprevistos y en circunstancias extremas. “E medo non podes ter, pero tampouco lles pode perder o respeto”, añade.
El jefe del 19 también destaca la red de 177 cámaras; una iniciativa implantada en 2018 tras el fuego Vigo y que el brigadista señala como el peor de su carrera, pasando primero por la oleada de 2006, que “foi francamente horrible”. Su distrito y el de Barbanza tienen ocho cada uno en cuatro localizaciones e incluso les ayudan a conocer los vientos locales, que “son moi importantes”. Únicamente viendo la columna de humo, ya saben la dirección y velocidad. Además también son fundamentales para la UIFO.
Tras la reducción de episodios en los últimos años, el jefe del Distrito XIX nota un cambio en positivo, con un mayor respeto por el monte, por la prohibición de hacer quemas en época de alto riesgo, mantener limpias las fincas y por evitar conductas riesgosas y “aínda que podería ser máis rápido, polo menos non imos cara atrás”. Porque aún existe lo de “só son unhas ramiñas na miña horta” o “non quería facer dano” y aunque los fuegos por negligencias supusieron un 5 % en la última década, Isabel C., investigadora de la UIFO, no encuentra excusa con lo que sabemos del efecto del cambio climático en nuestra climatología sumado a la realidad gallega, sobre todo en algunas zonas, (despoblación, monte abandonado, más masa forestal por cese de actividad agrícola, etc.). Porque a día de hoy, “un simple churrasco pode converterse nun Guadalajara”, recuerda sobre el episodio en el que murieron 11 brigadistas.
La agente explica que esos tiempos de hace 40, 10 años, de “chegar, apagar e marchar para casa, acabaron” porque “antes as condicións climáticas non permitían que se estenderan máis de tres ou catro hectáreas. Á xente cústalle entender que hai lumes aos que non lle podemos meter man, que temos que esperar ventanas de oportunidade”. Así las cosas, se están registrando “nunca vistos na historia do país” como los de O Courel y A Pobra de Brollón –el más grande registrado– y “un inferno”. Se llaman de sexta generación, convectivos, y hasta tienen su propia meteorología. Uno se cobró 60 vidas en Portugal.