¿Quién quema el monte Xiabre? Es una pregunta recurrente desde hace años. Investigaciones previas y una mayor presión relajaron sus estadísticas, pero sigue siendo la fijación de alguien: en la última década registró tres fuegos de gran virulencia. El último ocurrió el año pasado y obligó a desalojar casas de Vilagarcía y Caldas. Lleva tiempo bajo la lupa de la Unidad de Investigación de Incendios Forestales (UIFO) de Galicia como una zona “especialmente vixiada pola alta reincidencia”. Las pesquisas siguen abiertas y “seguiremos ata acadar resultados, pero non podemos dar máis datos, máis que seguimos precisando a colaboración cidadá, neste caso e sempre”, explica Isabel C., agente ambiental y una de las coordinadoras de este equipo creado por la Consellería de Medio Rural en 2021.
El 74 % de los fuegos que investigan del año pasado fueron intencionados y es la tónica general de la década, pero no hablamos de pirómanos, personas con un trastorno psicológico y que los propios especialistas reconocen como un desorden raro. Representarían “unha porcentaxe relativamente pequena”, abunda la experta de este grupo que emplea el término incendiario y que más bien aborda un “problema de fondo”, de ver el fuego como una solución.
“Hai que ter en conta que vimos dunha cultura onde o lume empregábase como ferramenta para xestionar a vexetación e iso é un problema porque os de agora non son o do ano 2000 ou 1980. Antes por queimar unhas ramiñas das patacas non pasaba nada, pero agora pode converterse nun incendio moi complicado”, explica. Pero tras la intencionalidad puede haber de todo. “Un problema de deslindes cun veciño, cun tecor, co xabaríl... A problemática é moi diversa e temos ir que delimitando as causas”, cuenta la investigadora, señalando que aquí es fundamental contar con los brigadistas y los compañeros agentes medioambientales y de conservación, porque “tes que saber todo dun sitio para ter un criterio obxectivo”, un contexto para ir hilando.
Su trabajo empieza entre las propias llamas porque es primordial llegar lo antes posible, cuando “os testimonios aínda están frescos”, aunque son 15 agentes para toda la comunidad y reconoce que a veces es imposible. El primer paso es acotar la zona de inicio. Para un ciudadano de pie parece imposible, pero son agentes ambientales con décadas de experiencia y sabedores de cómo se desarrollan y comportan los incendios, así como de los vestigios y señales que van dejando a su paso. Así, hacen su camino a la inversa, hasta llegar al lugar de nacimiento, donde curiosamente, las temperaturas alcanzadas no llegan a ser muy altas, propiciando la conservación de algún artefacto, si es el caso.
Han hallado velas, una agrupación de cerillas con un cigarrillo, una camiseta sintética, un trocito de papel de periódico intacto a la vista, pero que se convierte en polvo al mínimo roce... Pero “nada demasiado sofisticado porque desgraciadamente é moi sinxelo prender lume. Agora cunha pastilla de encendido e un chisqueiro, listo”. No obstante, la experta destaca hasta donde llega el ‘ingenio’ para “facer mal” exponiendo un caso donde encontraron un reguero de gotitas quemadas y concluyeron que el incendiario iba plantando fuego con un bote de líquido inflamable perforado.
A este respecto, Isabel C. lamenta la permisividad que nota en la sociedad. “Temos que cambiar de mentalidade porque hai xente que o toma como un delito menor. Hai moita consideración e como pena por alguén que non ten consideración con algo que é de todos e que pon en perigo aldeas e brigadistas de forma gratuita”, se queja.
Su nivel de esclarecimiento "é moi alto" y en sus tres años de vida ha puesto a disposición judicial a 95 personas
Ante cada caso van “coa mente aberta, contemplando todas as posibilidades” porque también puede deberse a un accidente o a un fenómeno natural, como sucedió en 2022 con un rayo en O Courel. Así, algunas investigaciones quedan resueltas en días y otras llevan meses, pero la especialista destaca que este equipo tiene “experiencia e dedicación exclusiva, e iso é o que dá resultados”. En concreto, un porcentaje de esclarecimientos “moi alto” y que en apenas tres años de existencia, la UIFO ha puesto a disposición judicial a 95 personas.
“É un traballo moi meticuloso” y no siempre fácil porque a veces es tan simple “como que alguén saca o brazo por unha ventanilla do coche e lance unha cabicha”. Por eso insisten en la colaboración y, de hecho, la Xunta tiene habilitado el teléfono 900 815 085 de denuncias anónimas.