¿Qué puede salir mal si es el propio Gayoso el copiloto de Papá Noel? Esta realidad paralela se puede ver muy cerca, en Rubiáns, donde una casa luce decorada ya como un parque temático navideño, en el que no falta ningún detalle. Bueno, alguno sí, porque José María Castro y Carmelo Guerra, que llevan dos semanas “currándolo”, aseguran que aún darán alguna sorpresa más.
La casa navideña es de lo más comentado estos días en Vilagarcía, ya que está además en una zona muy visible y llama la atención de los conductores que van por la conocida como “recta de Rubiáns”.
Para ello, utilizaron luces led y “cosas de casa” y se pusieron manos a la obra. Sobre todo Carmelo que, describe su cuñado, “es todo un manitas” y fue el encargado que no faltase ni un detalle, ni si quiera el tradicional árbol hecho a mano. Para cubrir la gran caja de regalo, también iluminada, utilizaron una lona.
“Llevo toda la vida haciendo esto”, explica José María, que relata que sus padres, ya fallecidos, eran unos auténticos fans de las fiestas navideñas. También de Gayoso, y a ellos va precisamente el guiño que se puede ver en un rincón de la casa y que es uno de los grandes protagonistas del conjunto.
Pero el caso es que el coche, un Renault antiguo, tiene también su propia historia. Y es que antes de que un Papá Noel tropical, con gafas de sol y bastante más delgado que el que se suele ver, lo condujese con Gayoso de copiloto, el que iba al volante era también una persona muy querida y conocida: Daniel Espiño, párroco de Sobradelo y colaborador en un sinfín de causas.
“Lo iba a llevar al desguace y yo lo cogí y di algo para Cáritas, que fue lo que me pidió. Porque él es un cura de los de verdad, y eso que yo no soy religioso”, explica José María. Después, arregló el vehículo y se lo enseñó a Don Daniel (tal y como es conocido), que ahora espera que también visite la casa mágica de Rubiáns para que compruebe qué curiosos personajes lo conducen.
Si la presencia de Papá Noel está clara, la de Gayoso es un digno homenaje a sus padres, fans de Luar. Un recuerdo para aquellos que, precisamente, le dieron sentido a la Navidad. Porque es en familia donde realmente se iluminan estas fechas y la de Castro y Guerra no es precisamente pequeña. Y es que son diez hermanos que llegan a juntar hasta a cuarenta personas alrededor de una mesa “que es el doble de grande que la de los Apóstoles”, bromea Castro.
Los niños, por supuesto, son los que más disfrutan el trabajo que sus tíos y padre llevan tiempo realizando y que, advierten, aún no terminó. “Al ser diez hermanos hay mucho sobrino, que son los que me animan a hacer estas cosas”, explica José María. El año pasado, la casa mágica de Rubiáns ya sorprendió con su decoración, pero en esta ocasión rompieron las expectativas.
“La casa se puede ver desde la rotonda de Larsa y desde toda la recta. En avión también se puede ver”, dice Castro, un entusiasta de las fiestas navideñas, que ahora comparte su ilusión con todo Rubiáns.