La explanada de la iglesia de Baión parece en fiesta. Hay carpas, gentío, una legión de medios de comunicación y hasta pulpeiro. Pero aquí no hay santo. Ni el mismo protagonista niega que hay cosas de su pasado, muchas cosas, que cambiaría. Laureano Oubiña, exnarcotraficante como últimamente gusta de precisar, ha dispuesto un cuidado escenario para la presentación de su libro autobiográfico, “Toda la Verdad”: Con el Pazo Baión, la propiedad indisolublemente unida a su fama, como telón de fondo, a tiro de piedra. No ha sido casual.
Se presenta con amabilidad a los periodistas. Viste la camisa que también lo acompaña en la fotografía de portada de su libro. Uno que dice comenzó a gestar en el 2000 y que afirma no haber leído. Uno que, según él, es necesario para hacer justicia a su nombre ante una vida de imprecisiones mediáticas. Y del que, adelanta, habrá segunda parte. “Ya está escrita”.
Ya ante los micros y con una armada de informadores sentados ante él, comienza el acto, confirmando que no hay más guión que el de la puesta en escena. “Ustedes dirán”. No hay discurso. No hay speach previo sobre su obra. Solo Laureano Oubiña dispuesto a responder a lo que le echen. Sin límites. Sin tiempo. Así transcurren unos cuarenta minutos de entrevista colectiva, con preguntas de este y de otros medios, muchas de las cuales se transcriben aquí.
¿Es una provocación hacer esto ante Pazo Baión? ¿Por qué aquí?
Porque me costó 32 años en la cárcel. Si yo no me hubiera metido ahí, a mí no me pasaría lo que me ha pasado. No vengo a gusto. Ha sido un robo judicial, mediático y político.
¿Pelea aún usted por el pazo?
Yo no peleo nada.
Judicialmente...
Yo no, mis hijas. Mi mujer murió catorce meses antes de ser juzgada. Por lo tanto, si los jueces dijeron en sentencia que eso era mío y de ella, la pena se va con la persona cuando muere. Mi parte, que la saquen para pagar las multas que tengo por hachís. Me parece bien. Pero, ¿y la parte de ella? Si mi mujer no pudo ser juzgada, ni menos condenada... ¿esa parte será de mis hijas, no? Digo yo. Y en algún sitio va a ser de mis hijas, ¿eh? Sea en España o fuera de España. Téngalo por seguro. La mitad va a ser de ellas. ¡La finca esta maldita! ¡Maldita total! Aquí en el libro lo cuento.
¿Cree que otro preso condenado por sus mismos delitos pero menos mediático hubiera cumplido los mismos años de cárcel?
Tenga por seguro que no. Por tráfico de hachís, ¿a quién condenaron a seis años y nueve meses, total diecisiete años y diez meses por tres operaciones de hachís? A nadie en España, ni en Europa.
Pero también porque usted nunca pactó con la Fiscalía, si hubiera colaborado sí hubiera reducido pena. ¿Le ofrecieron colaborar?
Claro que sí. Y en el libro figura. Pero antes muerto que chivato. No muerto una vez; millones de veces. Millones de vidas que tuviese, preferiría morir que ser chivato.
¿Cuánto hay de venganza en este libro?
Nada. Primero, ustedes a mí, realmente, no me conocen. Yo no soy vengativo. Puedo discutir con cualquier persona lo que sea, pero antes de ir al baño, ya se me ha pasado. Así de claro. No me gustan las venganzas ni los rencores.
Usted ha leído el libro “Fariña”, ¿qué le parece?
Me parece esto que está aquí. Es esto: (muestra un tomo de recortes de prensa recopilados por él durante años) El libro “Fariña” es de recortes de prensa: Le ponemos la entrada y el prólogo y ya está. Y si no, llévenme la contraria. Comparamos, si quieren.
¿Por qué cree que la serie homónima ha tenido tanto éxito?
Pues mire. Yo cuando viajaba por el mundo adelante, al llegar a un país, miraba sus televisiones. Según la programación que había, ves el nivel cultural de cada país. Aquí igual… Fue una pena que para esa serie no contasen con los personajes que ponen o con los periodistas que echaron muchos años investigando el narcotráfico. La serie hubiera salido mejor.
¿Se reconoce en su personaje?
No, para nada. Hay cantidad de mentiras que los jueces ya dirán lo que es legal e ilegal. Aunque yo a los jueces de España, y de más arriba, no les tengo fe ninguna.
¿Se arrepiente de algo de su vida?
Me arrepiento de muchas cosas que no volvería a hacer, como creo que cualquier persona. Pero, arrepentirte, ¿de qué vale después de que hiciste el delito? De nada. Había que arrepentirse antes.
Ha dicho que no tiene recursos, ¿de qué vive?
De la pensión, como miles de españoles.
¿Hace falta la ayuda de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para dedicarse al narcotráfico?
Yo lo digo aquí bien claro. Sin ellos, sería imposible. Pero por la necesidad de ambas partes, también. Recuerdo de algún integrante de estos Cuerpos que cobraba entonces 100 o 120 pesetas y pagaban 25 o 50 de alquiler de un piso y tenían hijos entonces de mi edad. Pasaban más hambre que un maestro de escuelas, como se decía. Y las necesidades, muchas veces obligan a hacer cosas a la gente que, de otra forma, seguramente no harían.
¿Cómo era esa colaboración con algunas Fuerzas del Orden?
A cambio solo de la “maquía”... Muchos lo recordarán. Antiguamente se llevaba un saco de maíz a moler y no pagabas: Te metían la maquía. Era esa la forma de cobrarte.
¿Es el narcotráfico una forma fácil de ganar dinero?
¡No, no, no! Yo sé lo que es trabajar la tierra, en el camión, en un taller, en el mar... No hay peor trabajo que el contrabando o el narcotráfico. Coges semejante estrés que terminas reventado. Es el peor trabajo que hay, de verdad.
¿Qué busca entonces alguien que se mete a esto? ¿Poder, dinero...?
Digo en el libro que contrabandistas, de verdad, hay muy pocos; oportunistas, hay millones. El que lo lleva en la sangre, no lo hace por dinero. Tiene que gustarte. A mí, en mis años, me gustaba ser contrabandista.
¿Qué le aportaba a usted?
Adrenalina. Yo tengo estado en algunas operaciones de tabaco ocho o diez días sin sacarme la ropa que llevaba encima, haber caído un par de veces al mar y secarse sola; sin dormir... Cuando se tuerce una operación, se tuerce. Y era terminar y, a lo mejor, perderlo todo. Luego era llegar a casa, cinco o seis de la mañana; ducharse. Si habían hecho cocido dos días antes, estaba la nevera llena de carne. Terminarla toda, irse para cama y a dormir. Cuando terminas eso no puedes ya conducir. Se te caen las manos del volante… Yo no me he muerto en la carretera porque Dios no quiso. Porque hice más kilómetros dormido que despierto. De verdad. Por eso cuando me dicen que arriba no hay nadie, sea Dios o quien sea… Tiene que haberlo porque yo estoy vivo de puto milagro.
¿Alguna vez estuvo en peligro real de muerte por tráfico de hachís o tabaco?
En diferentes ocasiones, pero no por hachís. Una de las primeras fue por tabaco. En el muelle de O Grove, en Meloxo. Pasaron rozándome las orejas.
¿Cómo empezó en esto? ¿Cuál fue su primera vez?
Viví un poco empujado a ello, si quiere... cuando en la taberna de mis padres existían las cartillas de racionamiento. Con ellas se daba el estraperlo de lo más básico, de comer. Empiezas ahí, vienes de eso. Ves, por ejemplo, que a una familia que tiene a un hijo le dan más que al que tiene cuatro o cinco. ¿Por qué? Tú tenías que negociarle al que le sobraba, para darle a los otros. De ahí el negocio. Luego, yo me marché de casa muy joven. Y de ahí al contrabando de café, gasoil de los barcos, alguna caja de tabaco de los buques canarios que venían a Vilagarcía o a Vigo… Y de ahí vas subiendo.
De todos los personajes que conoció en su etapa de contrabando o narcotraficante, ¿con cuál se queda?
¿Solo uno? (Medita un tiempo). Con José Ramón Prado Bugallo, alias Sito Miñanco. No sé lo que ha hecho él, si lo ha hecho o no. Ni me interesa. No soy juez ni policía. Amigo mío era antes y va a seguir siéndolo toda la vida. Y si yo en algo pudiese ayudar, tenga por seguro que lo ayudaría. Hace años que no hablo con él. Y lo lamento. Es una gran persona. Que no se olvide que cuando lo detuvieron ahora era cuando la Udyco cumplía 50 años. E igual había que llevar un cabeza de todos los turcos. En bandeja. Igual le tocó a él. ¡Vaya usted a saber! En su día lo dirán los tribunales.
Cuando se acaban las preguntas, Laureano Oubiña se levanta, coge de nuevo el tomo encuadernado de viejos recortes de prensa, lo muestra y exclama: “No os regalo el libro de ‘Fariña’ porque no tengo más que este”. La romería sigue. El pulpo llega a las mesas mientras el cambadés comienza a firmar ejemplares de su obra a los vecinos que se acercan. l