A Félix Bolaños le tengo respeto por dos razones: porque nació en el 75, el mismo año en que nació mi hija Calíope -buena cosecha- y porque tiene un currículo que se aparta de ese estudiante universitario que entra en las Juventudes Socialistas al cumplir los 18 años, es concejal a los 24, diputado autonómico a los 32, y diputado a Cortes a los 40, sin haber pasado nunca por el examen de una entrevista de trabajo, y sin haberse sacado una nómina fuera del partido político.
Muy al contrario, Felix Bolaños es un buen estudiante, con un expediente académico que para mí hubiera querido, y conoce lo que es trabajar en una firma de abogados. Al contrario de esos paniaguados del PP y del PSOE que casi siempre han vivido a la sombra de las nóminas que les proporcionaba el partido, Bolaños conoce lo que, en lenguaje vulgar, llamamos “la vida”, o sea, ganarse un puesto de trabajo, tener jefes y empleados a su cargo, y saber que el mérito no es oratoria, sino certificados diarios a base del trabajo desarrollado.
Por eso mismo, me extraña que haya dicho que los jueces no estén capacitados para elegir a los jueces. ¡Hombre! Los jueces es posible que no estén capacitados para elegir a la selección nacional de fútbol, al equipo olímpico que nos deba representar en Atletismo, o a los candidatos a los Premios Nobel de Química, pero si los jueces saben algo es del trabajo que hacen ellos mismos y llevan a cabo sus compañeros.
Saben de leyes, porque las oposiciones –que el propio Bolaños las ha sufrido al ingresar en el Banco de España– son muy duras y exigen una buena memoria, eso que el ministro Castell desprecia, porque ha descubierto que todo está en Internet, que es como descubrir que todo está en las bibliotecas, pero pones a un tonto en medio de una biblioteca y de ahí no sale un arquitecto.
Comprendo que Félix Bolaños tenga la cortesía de apoyar a su jefe y formar parte del “sánchezpancismo”, pero conviene ser mesurado en el entusiasmo, porque Félix Bolaños sabe –no es nada tonto– que Sánchez pasará, como pasó Zapatero, pero el PSOE quedará. A no ser que, con su ayuda, contribuya a hundirlo para siempre.