Esto de pagar por usar la carretera, y que no pague el que no la use, parece tener una aparente lógica, pero nos encamina hacia un panorama lleno de incertidumbres.
Resulta curioso que los que con más intensidad se opusieron al copago medico (que, en un país tan poco dudoso como Alemania, eliminó de golpe el 25% de las consultas) estén ahora en el Gobierno y sean entusiastas partidarios de pagar por usar la carretera.
¿Se tendrá que pagar, dentro de unos meses o unos años, por desgastar las aceras? ¿Los bancos públicos de los parques, en los que algunos no nos hemos sentado hace años, tendrán una tarifa? Me imagino que la tarifa irá acompañada de descuentos en caso de horarios de asueto infantil y otras discriminaciones variadas.
Los semáforos ¿seguirán siendo gratuitos? No es una pregunta vana, porque los semáforos los usamos tantos los automovilistas como los peatones, y su mantenimiento cuesta dinero.
¿Seguirá siendo gratis entrar al Retiro, de Madrid, o al Parque Labordeta, en Zaragoza, o será necesario pagar una entrada?
No se trata de preguntas hiperbólicas, porque la hipérbole es que unas instalaciones publicas, como las carreteras, que se han construido y se mantienen con los impuestos que pagamos, reciban un segundo impuesto.
Claro que todo esto tiene el aspecto positivo de crear nuevos puestos de trabajo entre inspectores de tráfico de carreteras, controladores de parques, y vigilantes de pasos de semáforos. Tampoco es otra hipérbole. La Generalitat de Cataluña ha confeccionado unos presupuestos donde se crean más de 28.000 nuevos puestos de trabajo, cuyas nóminas pagaremos a escote, porque la deuda de Cataluña alcanza casi los 80.000 millones de euros. ¡Será por dinero!