Sin necesidad de grandes conocimientos etimológicos, no es difícil saber que la palabra Jurado procede del latín Ius cuyo significado es “ley” o “derecho”, concepto que hace referencia al “conjunto de principios, normas y estatutos que definen los derechos, deberes y obligaciones públicas y privadas de los individuos como miembros de una comunidad.” En inglés, francés y alemán la expresión latina derivó en jury, en italiano en giuria, en portugués júri, en gallego en xurado. La función del jurado es evaluar la prueba y determinar si la persona o personas juzgadas son culpables o no. La condición de jurado obliga a la prestación de juramento para poder desempeñar su tarea.
En el ámbito cinematográfico, el jurado es el responsable de decidir cuáles son las mejores películas participantes en un determinado festival o certamen.
El denominado Jurado Joven de la reciente edición del Festival de Cine Iberoamericano, sobre la cual este diario vino informando puntualmente, lo compusieron Óscar Macías, Soledad Perea y Manu Márquez, quiénes de encargaron de juzgar la Sección Oficial de Cortometrajes. Dentro del apartado Internacional, en el que concursaron seis títulos, el premio se lo dieron a la cinta colombiana “Garu y Ponki”, de Cristian Jalier, debido a “su forma coherente, sencilla y visual de tratar un tema como las consecuencias de no tener buenos actos con los demás” así como la capacidad para “construir personajes que desafían una realidad que para ellos no existe y que les devuelve una lección clara y compartida: la de entender que ser bueno es siempre mejor que no serlo”.
Dentro de la subjetividad que esta tarea de evaluar conlleva, para este cronista no resulta fácil comprender como una historia ñoña envuelta en un celofán rancio, cuyos sugerentes y poeticamente logrados fondos no consiguen superar los pobres resultados de la animación en stop-motion y un doblaje chillón y molesto, se puede haber impuesto a producciones tan estimables como las inteligentes, maduras,
estimulantes y combativas “La gran obra”, de Álex Lora, “Lola, Lolita, Lolaza”, de Mabel Lozano, “Siete formas de decir adiós”, de Jorge Naranjo, “Betiki gaua”, de Eneko Sagarday, “Génesis”, de Ceres Machado, “Tenetis”, de Sergio Checa y Hermanas Beyron, o “Lo intimo”, de Susana Sotelo y Sara Horta.
¿Qué lleva a este jurado a elegir una peliculita endeble frente a una animación tan lúcida, ingeniosa y aguda como “Lola, Lolita, Lolaza”, en la que Mabel Lozano, con humor desbordante desdramatiza, sin minimizar su importancia, algo tan serio como el cáncer de mama? ¿Cómo penetrar en el enigma que encierra la decisión de dejar al márgen una película cuya factura en lo visual y lo sonoro -el modelo de animación elegido y la riqueza del espacio sonoro- sumen en la más absoluta oscuridad a la premiada?
Menos mal que este tribunal se resarció parcialmente en la decisión tomada en el apartado Nacional, optando por “Tristes tigres”, de Adán Pichardo, frente a once competidores. De ella dijo que “aborda magistralmente y con buena factura técnica y artística temas tan necesarios de tratar y reflexionar como el bulling, las discapacidades psicológicas y problemas como la dislexia, a través de un relato donde destaca la importancia del ambiente cotidiano en el que relacionamos diariamente”. Si bien, como queda dicho, había mejores opciones, no fue esta la más disparatada. Así mismo, en la sección Talento Andaluz, donde participaron seis títulos, la decisión de conceder el Mejor Cortometraje de Dirección Andaluza a “Apuntes para Silvia”, de Paco Ortiz, Ángeles Martínez y Antonio Gómez, no deja de caer en el territorio del candor y la ingenuidad, aunque no les falte razón al subrayar la capacidad de la película para “transmitir un mensaje tan poderoso, de hacer una invitación a perseguir los objetivos personales pese a las dificultades y de destacar la importancia de tener cerca a personas que no se rindan”.
En Pantalla Huelva, sección dedicada a las producciones audiovisuales onubenses, tomaron parte seis títulos de corto metraje:
“La Raya. Los últimos contrabandistas”, documental de Tamara Benítez se acerca al recuerdo de los “cafeteros” de la frontera hispano portuguesa marcada por el Guadiana, que en los tiempos adversos de las dictaduras de Franco y Salazar trabajaron enmedio de la corrupción y la miseria.
“La vida en los escenarios”, documental, ópera prima de Kenia Mestre, aborda la figura de Paco Tébar, quien ya jubilado, gracias al Aula de la Experiencia y de Teatro de la Universidad de Huelva, recupera el sentido de su existencia.
En “Proyecto Lázaro”, de Luisito Pérez, un joven, empantanado en un presene emocinalmente adverso, recibe la llamada de su padre, tras una inexplicada ausencia de quince años.
“Se alquila”, de Luis Suan, cuenta, en clave de cómica, las situaciones que se producen cuando deciden poner en alquiler una habitación de la casa en la que viven
“Una y mil veces”, de María Izquierdo, plantea una variante del viejo refrán “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
En “A mamá con jamón”, primera pieza de Marta Balón, se cuenta la anécdota de una fiesta de cumpleaños, donde un inoportuno olvido encuentra una oportuna solución.
El citado Jurado Joven del Festival decidió que el ganador del Premio Mejor Cortometraje fuese para “La vida en los escenarios” “por la reivindicación que realiza del arte, por las perspectivas que ofrece sobre el teatro y sobre el talento, la pasión y la experiencia personal de diversas generaciones”, así como “por situar el arte onubense como patrimonio local”.
Con su votación a la salida de cada proyección, el público optó por dar su galardón, el Premio del Público, a “Se alquila”.
Ante un nivel medio bajo, desde la mirada del autor de esta crónica, el Jurado Joven, en este caso, no anduvo desacertado en su veredicto. Formalmente correcta, desprovista de innecesarios preciosismos, la pieza glosa con sencillez la figura de su protagonista, Francisco Tébar, empleado del ferrocarril, quien desde joven demostró un profundo amor por la cultura y, de modo, especial, por el teatro, actitud que en el presente de su avanzada edad, lleno de lucidez, energía y vitalidad, sigue profesando. Un admirable ejemplo en tiempos adversos, donde la presunción de ignorancia recibe incontables beneplácitos.
De la pobreza reinante en esta sección, debe ser rescatado con todo mérito el, también documental, “La Raya. Los últimos contrabandistas”,
espléndido testimonio del trasiego comercial entre los territorios portugués y español, que ayudó a solucionar la vida de tantas familias, incluidas las de los vigilantes gubernamentales de ambos países, en los tiempos adversos de sus respectivas dictaduras políticas. Un trabajo cinematográfico muy bien realizado, merecedor, cuando menos, de una Mención especial.
Por su parte, el Público optó por la chafarrinada, el humor de trazo grueso y la insistencia en el mal gusto de “Se alquila”. Es imposible juntar tanto disparate en tan escaso tiempo. El responsable lo consigue con creces. No era del todo mala la idea. Su ejecución no puede ser peor: puesta en escena teatral, interpretaciones fuera de toda medida... ¿Cómo pudo haber sido la seleccionada esta cosa? Un flaco favor para la sección.
El Jurado Internacional de este año estuvo integrado también por tres personas: los españoles Javier Angulo, periodista, crítico y realizador, y Yolanda Flores, directora del programa ‘De película’, y la cubana Ivonn Cotorruelo, productora y programadora de festivales. La evaluación de películas de largo metraje dentro de la Sección Oficial no supuso para este jurado una carga de responsabilidad mayor que la del Jurado Joven. La diferencia radica en la edad de sus integrantes y en su condición de profesionales.
Su concesión del Colón de Oro a la Mejor Pelicula a “Retrato de um certo Oriente”, del brasileño Marcelo Gomes, se debió al “exquisito tratamiento de la imagen y el sonido en un drama marcado por la guerra y el exilio, que introduce a los personajes de la historia en una espiral de pasión y prejuicios contrapuestos, referidos a la cultura y la religión, que acaban por marcar al destino”.
A “Manas”, de Marianna Brennand, le concedió el Colón de Plata Premio Especial del Jurado, bajo la consideración de que “es un grito frente al silencio y la complicidad en una lejana sociedad poco conocida, que nos adentra en una temática universal y de triste actualidad, que el cine tiene la oportunidad de contar con todo su realismo.” Esta producción brasileña con participación portuguesa recibió también el Premio del Público.
El Colón de Plata a la Mejor Dirección se lo adjudicó a Antonella Sudasassi por “Memorias de un cuerpo que arde”, coproducción entre Costa Rica y España, “por lograr, a partir de una puesta en escena
arriesgada y compleja, articular un relato a través de la mirada de diferentes generaciones de mujeres, poniendo la cámara al servicio de testimonios reales”.
En efecto, la propuesta cuental con “una puesta en escena arriesgada y compleja”, incluso dotada de cierta originalidad. Lástima que no fuese capaza de ir más allá y se quedadase al servício de un relatorio de los aconteceres biológicos de la vida de la mujer, de la sucesión de los ciclos femeninos, su estigmatización y otras derivas, la mirada masculina entre la indiferencia y la condena, como un catálogo sin más, desprovistos de toda organización no solo dramática, sinó meramente narrativa.
A Luisa Huertas, por su trabajo en “No nos moverán”, producción mexicana de Pierre Saint Martin, le concedió el Colón de Plata a la Mejor Interpretación Femenina “por ser ella quien sostiene todo el peso de la historia con emoción contenida, llevando al espectador el dolor de la venganza y engrandeciendo la película, a la vez que reparte, de manera generosa, los diferentes matices que componen una galería de personajes singulares”.
El mismo premio de Interpretación Masculina se lo dio a Manuel Raposo, por su intervención en “La bachata de Biónico” del dominicano Yoel Morales, “por hacernos creer un personaje real en un falso documental, con una vitalidad arrolladora, que mezcla toques de locura, ternura y humor en la pantalla”.
Al brasileño Ricardo Teodoro le concedió el de la Mejor Interpretación de Reparto por “Baby”, de Marcelo Caetano, coproducción entre Brasil, Francia y Paises Bajos, por “la composición de un personaje capaz de transmitir sensibilidad, humanidad y hasta ternura en un mundo representado, habitualmente, por la dureza y sordidez”.
Si el Premio a la Mejor Interpretación Femenina, más allá de que podria haber recaído en alguna que otra actriz de otro de los filmes, no resulta chirriante, el concedido a Manuel Raposo resulta un tanto sorprendente. Nadie duda de la energía desplegada por el intérprete dominicano pero
que los motivos argüidos sean “por hacernos creer un personaje real en un falso documental” no deja de ser un argumento un tanto pobre. El propio Ricardo Teodoro hubiese sido un más justo destinatario de este galardón. Controvertidamente relegado a la condición de “actor de reparto” en una historia coral, donde su presencia tiene largo recorrido, su trabajo, por complejo y delicado, resulta a todas luces superior al del
elegido. Su premio suena a consolación, del mismo modo que “Baby”, la producción a la que pertenece, certero retrato sobre los márgenes de la gran ciudad del Brasil de hoy (y por extensión de cualquier ciudad del mundo), donde late la vida con fuerza y emoción en todas sus manifestaciones, haya quedado fuera del palmarés no deja de producir una cierta extrañeza. Cierto que es mayor el número de películas que el de premios a conceder y, en consecuencia, algunas habrán de quedar fuera. Cierto que cada jurado es un mundo y que su composición determina el palmarés. Cierto que nunca llueve a gusto de todos.
Por su parte, “¿Es el enemigo? La película de Gila”, del algecireño Alexis Morante, se llevó el Premio Acento a la Mejor Dirección Española, galardón creado en esta edición, y “Fandango”, de la onubense Remedios Malvárez y el sevillano Arturo Andújar, logró el Premio Juan Ramón Jiménez de la Sección Talento Andaluz, ambos elegidos por votación popular.
Saber lo que opina el público no deja de ser interesante. Al fin y al cabo, el denominado “respetable” es el principal destinatario de toda película. Pero convendría arbitrar alguna medida para evitar que la misma persona pudiese votar más de una vez, incluso repetidas veces.
En cuanto a la evaluación de estos dos títulos, “Fandango” es un estimable relato sobre el origen y desarrollo de esta modalidad musical, desde su pertenencia al ámbito del período clásico hasta su conversión en un palo flamenco con sus distintas variaciones, con especial énfaisis en su asentamiento en la provincia de Huelva, mientras que “¿Es el enemigo? La película de Gila” resulta una malograda idea en cierta medida deudora de “La Vaquilla”, punto de inflexión de la decadencia del gran Berlanga; una historia que, pese a contar con un elenco eficaz, encabezado por el novel Óscar Lasarte, de notable parecido físico con el humorista real, sin desmérito de su logrado trabajo vocal; así como de disponer de una importante dotación de medios de producción, dron incluido, no consigue remontar el vuelo y acaba cayendo en un costumbrismo propio de los peores tiempos del cine español. Todo lleva a pensar que a las personas emisoras del voto los árboles del chauvinismo les impidieron ver el bosque de los valores cinematográficos.
El Patronato de la Fundación Cultural del Festival de Cine Iberoamericano es el órgano principal y de él forman parte el Ayuntamiento de Huelva, la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta
de Andalucía y la Diputación Provincial de Huelva. Así mismo, el Festival está cofinanciado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional de la Unión Europea. Junta de Andalucía, y cuenta con la financiación del ICAA del Ministerio de Cultura del Gobierno de España y el apoyo como colaboradores oficiales de la Fundación Atlantic Copper y Canal Sur Radio y Televisión. El certamen cuenta además con entidades colaboradoras. Las de esta edición fueron la Autoridad Portuaria de Huelva, la Fundación Caja Rural del Sur, la Universidad de Huelva, la Universidad Internacional de Andalucía, Acción Cultural Española (en la modalidad Visitantes del Programa para la Internacionalización de la Cultura Española, PICE), Fundación SGAE, Fundación AISGE, Holea, El Corte Inglés y Filmin.
Según datos de la propia organización del certamen, esta recién finalizada edición alcanzó una audiencia de 55.000 espectadores, de los cuales 40.000 fueron presenciales y 15.000 online a través de Ventana Cinéfila, al tiempo que logró una repercusión mediática de más de 2.500 apariciones en más de 240 medios de Europa e Iberoamérica, lo que supone un impacto publicitario estimado en un valor de 8,4 millones de euros.
De las más de 1.600 inscripciones recibidas (en torno a un 40% más desde 2016, fecha en la que el actual equipo tomó el relevo al frente del certamen), 140 títulos fueron seleccionados esta vez para formar parte de la programación. Un menú al alcance de los invitados procedentes de los diversos países participantes. Alrededor de 370 profesionales, de los que 175 eran periodistas acreditados de 62 medios de comunicación nacionales e internacionales.
El presupuesto de esta quincuagésima edición fue de 1.000.000 (un millón de euros), de los que en torno al 80% repercutió en profesionales y empresas de Huelva.
La comisión organizadora del certamen declaró estar satisfecha con lo resultados de esta edición y quiso agradecer “el respaldo de las instituciones, la prensa, de los profesionales del cine y, sobre todo, del público en esta edición tan especial”, lo que demuestra, añadió su director, Manuel H,. Martín, “el enorme cariño de Huelva hacia su Festival”.
La próxima edición ya tiene fechas: del 14 al 22 de noviembre de 2025