Casi dos años después del bochornoso cese de Luis Rubiales, el fútbol español elige el lunes a su nuevo máximo mandatario de la RFEF. Un cargo al que opta, con el cartel de favorito, el ribadumiense Rafael Louzán.
Tras una década al frente del fútbol gallego, el dirigente arousano está muy cerca de dar el gran salto. Su rival en las urnas es Salvador Gomar, su homólogo de la Federación Valenciana, que se presentó contra pronóstico y contó con muchos menos avales que Louzán en su candidatura. El tercer candidato proclamado oficialmente por la Junta Electoral es Sergio Merchán, de la Extremeña, que podría retirarse en las próximas horas para dejar vía libre al ribadumiense.
Louzán ha conseguido llegar con opciones a la asamblea del lunes. Le ha perseguido en las últimas semanas la amenaza de denuncia del Consejo Superior de Deportes ante el TAD para sacarlo de la carrera electoral, de acuerdo a la condena de siete años de inhabilitación para cargo público por prevaricación, relacionada con una obra en el campo de fútbol de Moraña cuando era presidente de la Diputación de Pontevedra. Una condena que aún no es firme, ya que está recurrida y admitida ante el Tribunal Supremo. Louzán defiende su inociencia y asegura que tiene un gran respaldo por parte de 14 de las 19 federaciones territoriales, además de la Liga de Fútbol Profesional, lo que se traduciría en lograr la mayoría de apoyos de los 141 asambleístas que tienen que votar el lunes.
Desde los medios de comunicación nacionales que siguen de cerca el proceso electoral, en especial Relevo, han ido informando de todos los movimientos realizados por los dos principales candidatos los últimos días para recabar apoyos. Nada parece estar decidido. Mientras Gomar ha realizado una campaña más mediática, Louzán ha preferido mantener un perfil bajo. Trabajando en la sombra, consciente de como funciona el juego de alianzas.
La próxima semana se cumplirán diez años desde que Rafael Louzán consiguió arrebatarle en las urnas la presidencia del fútbol gallego a José García Liñares. Un proceso en el que partió con clara desventaja al ser un candidato externo. En aquella ocasión ya demostró su capacidad de negociación y sus habilidades políticas para convencer a los asambleístas del fútbol gallego. El salto a la RFEF es más complejo, pero parte con la ventaja de que lleva cinco años como miembro de la Junta Directiva. Se ha ganado la confianza de la mayoría de barones territoriales, defendiendo intereses comunes, y lo ven como un candidato de consenso, cercano y dialogante.
"Vengo para hacer, no para estar", repite en las contadas entrevistas que ha concedido los últimos días. Algo que ya demostró en Galicia en la última década, al lograr que la Federación aumentase ostensiblemente su peso a nivel nacional por número de licencias, impulsando todas las modalidades y secciones, dinamizando el ente federativo y trabajando mano a mano con los clubes, que le apoyan y respaldan de forma unánime.