Navíos dormidos en las profundidades del mar de Arousa tras un trágico viaje

El Cartagena Nº3, el Santa Isabel o el Dom Pedro son solo unos ejemplos de los naufragios en nuestra costa
Navíos dormidos en las profundidades del mar de Arousa tras un trágico viaje
Atadoras y marineros a bordo del Cartagena Nº3 | JUAN LAMPÓN BLOG SARSE

El mar nos da mucho, pero, a veces, nos exige un tributo de valor incalculable. Cada formación granítica en nuestra costa narra una historia en las que abundan las leyendas protagonizadas por seres fantásticos como sirenas o peces inauditos. Otras, en cambio, fueron el lugar en el que muchos barcos se fueron a pique, desapareciendo para siempre, con marineros que, al salir de puerto, no se imaginaban que emprendían su última singladura para nunca más volver a casa.


Estos trágicos episodios marítimos pueden parecer un mito transcurridos tantos años atrás, sin testigos directos de aquella época, pero lo cierto es que fueron una realidad palpable que vivieron o, más bien, sufrieron gente de antaño. Y que, por desgracia, siguen pasando.


Dicen que ‘’el tiempo todo lo cura’’, pero muchas vecindades costeras quedaron conmocionadas tras perder a vecinos, familiares, amigos. Los lustros, las décadas e, incluso, los siglos, no han logrado que la indeleble huella de determinados hundimientos en el imaginario colectivo. Aguiño y Carreira son una prueba de ello.

 

Cercado por el mal tiempo
El Cartagena Nº3 fue un pesquero que desapareció el 8 de abril de 1945 en los bajos de Rinchador con una veintena de tripulantes a bordo, todos ellos vecinos de las mencionadas parroquias de Ribeira. Algunos de ellos eran de una misma familia; una noticia con un fuerte impacto en sus seres queridos. Solo aparecieron cuatro cuerpos cuando las olas fueron escupiéndolos poco a poco. El barco salió a faenar al cerco un día de mal tiempo y allí encontraron su triste final, sin conocerse exactamente las causas como recoge la prensa de la época. Quizás la escasa visibilidad o quizás un mar embravecido que engulló la embarcación.


Dicho cerquero se encontraba en el litoral de Corrubedo, donde había otra nave que decidió volver al puerto de Aguiño para resguardarse en sus casas sin imaginarse la catástrofe que vivirían sus compañeros.


Los tripulantes del Bienvenido descubrirían volcada na chalana del Cartagena y la caseta del puente flotando sobre las aguas, así como enseres y útiles de pesca, según recogen periódicos nacionales como el ABC del 11 de abril de 1945 o La Vanguardia en una noticia del día 12. Además, cuando un buzo llamado José Teira, conocido como Cabalán, inspeccionó el pecio sumergido, halló los restos de un antiguo buque holandés, tal y como explica Juan José Fernández Prol, mecánico mayor naval, en su blog sarse.wordpress.com.


Para que este acontecimiento transcendental no caiga en el olvido y perdure en la memoria de las generaciones futuras, la Cofradía de Pescadores de Aguiño-Carreira, la Asociación de Veciños de Carreira, la Asociación Cultural Francisco Lorenzo Mariño, el Club de Jubilados y particulares unen esfuerzos para sacar adelante una serie de actos con los que homenajear a las víctimas del Cartagena por el 80º aniversario del naufragio.


Las propuestas se desarrollarán a lo largo del 5 de abril en diferentes puntos de la parroquia de Aguiño. Esta conmemoración arrancará a las 17.00 horas en la Casa del Mar, donde Marcial Mouzo, Fernando Patricio, Antón Luaces y Xosé Iglesias disertarán sobre este acontecimiento y su impacto en la historia local. También se proyectará el documental realizado en 2015 por la Asociación de Veciñois de Carreira por los 70 años del hundimiento, con testimonios de testigos de aquellos años. Después de desplazarán al puerto para asistir a un emotivo homenaje a cargo de Padre Luis, quien rendirá tributo a los náufragos, y habrá solemne cántico representado por Segundo, o Patrón. Finalmente, en las instalaciones de la Cofradía, Juan José Prol presentará al público el mural hecho para la ocasión, además de la maqueta elaborada a mano por Luis Crujeiras.

 

Marineros Cartagena n3 2
Más gente del mar embarcada | BLOG SARSE

 

El Titanic gallego
Pero si echamos la vista atrás, tenemos muchos episodios similares en Arousa. Uno de ellos alcanzó una gran dimensión mediática. Fue el caso del Santa Isabel. Su hoja de ruta por la costa española era de Bilbao a Cádiz, con parada en diferentes puertos para, finalmente, poner rumbo a la emigración en Buenos Aires, en busca de un mejor porvenir. Pero resultó un futuro funesto.


En la madrugada del 2 de enero de 1921, este vapor-correo chocó contra los bajos da Pegar, en la isla de Sálvora. De las 266 personas embarcadas, entre tripulación y pasaje, solo se salvaron 53, por lo que la prensa de la época lo tildó como ‘El Titanic gallego’. Fue el naufragio más importante en número de víctimas civiles del siglo XX. Y los supervivientes que hubo, se debieron, principalmente a la valentía de cuatro mujeres conocidas como las Heroínas de Sálvora -Josefa Parada, Cipriana Oujo, María Fernández y Cipriana Crujeiras- y de vecinos de la aldea. Además, en las tareas de rescate también tuvo un papel fundamental el segundo oficial del barco, Luís Cebreiro. Todo ello como se extrae del libro ‘Sálvora, memoria dun naufraxio. A traxedia do Santa Isabel’; fruto del arduo trabajo de investigación realizado por parte del historiador y periodista ribeirense Xosé María Fernández Pazos. 


En cuanto a las personas que esperaban en los puertos sucesivos, la Compañía Trasatlántica Española, propietaria del Santa Isabel, dispuso que los 37 pasajeros que tenían previsto subirse en Vilagarcía aquella madrugada, y los 212 que harían lo propio en Vigo al día siguiente, fuesen trasladados en tren a Cádiz para cruzar en océano en el Reina Victoria Eugenia.


La humanidad y coraje de la gente de Sálvora hizo que se sucediesen las condecoraciones que tendría en Vigo a la ciudad pionera de los homenajes, con un multitudinario acto. Como también apunta Fernández Pazos, el Consejo de Estado aprobaría el ingreso en la Orden Civil de Beneficencia y la concesión de la Cruz de Salvamento Marítimo de tercera clase con distintivo negro y blanco a varios vecinos de la isla: Juan Parada, Juan Fernández, José Parada, José Oujo, Manuel Caneda, Francisco Oujo, Josefa Parada, María Fernández, José Oujo, Cipriana Oujo y Cipriana Crujeiras. Esta concesión estaba acompañada por una aportación económica de 3.000 pesetas y una pensión vitalicia. Por su parte, Luís Cebreiro recibió la medalla de oro por parte del Consejo Superior de la Sociedad Española de Salvamento. Y tampoco faltaron los reconocimientos a los tripulantes del Rosiña, el primero en llegar en auxilio del Santa Isabel; el ayudante de Marina de Ribeira, Gabriel Basterrechea; y otros ciudadanos ribeirenses. Una osadía que también celebrarían más allá de nuestras fronteras los emigrantes gallegos, concretamente, en países de América del Sur como México y Buenos Aires.

 

Heroinas de Salvora
Las Heroínas de Sálvora ayudaron en el Santa Isabel  | X. M. FERNÁNDEZ PAZOS

 

Último tango sobre las aguas
Retrocedemos al siglo XIX. Otro trasatlántico que partió a probar fortuna al otro lado del charco y acabó encontrando su triste destino final en el entorno de Corrubedo fue el francés Dom Pedro, bautizado en honor al emperador de Brasil. Éste hacía la ruta entre Europa y América del Sur, llevando emigrantes y trayendo de vuelta carne congelada en unos tiempos duros para el viejo continente como plasma el periodista Abdón Dorca en su blog Cabo Corrubedo. 


En su último periplo, zarpó de su puerto base en Le Havre, el 20 de mayo de 1895, con 54 tripulantes y 41 pasajeros. En una primera escala en Burdeos subieron 28 personas más, y, en la segunda, en Pasajes, otras siete. Pero nunca llegó a Carril, donde estaba previsto recoger a otras 200 antes de marcar dirección a La Plata. Imperaba el buen tiempo cuando encallaron a las cinco de la tarde del 27 de mayo en los bajos de Praguiña. Al mando, el experimentado capitán Vincent Marie Créquer. Los cronistas de la época relatan un gran choque que hizo que el agua entrase a borbotones y el navío se fuese rápidamente a pique. Solo se salvaron 47 personas de 130 que viajaban, entre ellas, el experimentado marino.


Mientras tanto, en la sede de la compañía Chargeurs Réunis, en París, las familias reclamaban conocer la identidad de quién había conseguido eludir tan aciago final. Y al capitán Créquer le esperaba por delante un camino no exento de marejada por tierra con trámites y juicios. En definitiva, dar respuesta a muchas preguntas que, como en el periodismo, intentaban esclarecer los hechos: qué, quién, cuándo, dónde y por qué. Únicamente se sabía a ciencia cierta la contestación a las cuatro primeras, pero quedaba el interrogante ese por qué.


Los seres humanos necesitamos información para, ante la pérdida, ayudarnos a componer el escenario de lo experimentado por nuestros allegados en sus últimos momentos. Para atravesar el duelo. Especialmente, cuando no hay lugar al que ir a llorar a nuestros muertos. Por eso no es de extrañar que muchos se enfrenten al mar con la dicotomía de medio de vida y cementerio submarino de seres queridos.

 

Barco Dom Pedro
El trasatlántico francés Dom Pedro iba camino de la emigración | ABDÓN DORCA BLOG CABO CORRUBEDO

 

Su recuerdo se mantiene en el imaginario colectivo

Son innumerables las vidas que ha segado el mar. Aquí exponemos tres ejemplos: el pesquero Cartagena Nº3 se saldó con una veintena de muertos, en el vapor-correo Santa Isabel murieron 213 personas y en el trasatlántico Dom Pedro los fallecidos se situaron en 83. Todos estos barcos zarparon para faenar por ser el sustento de sus familias, en el caso del primeiro, o para buscar una mejor vida con la idea de una tierra de grandes oportunidades que esperada al otro lado del oceáno Atlántico, en los dos últimos. Pero su periplo nunca terminó, o, por lo menos, de la forma que se esperaba. Esperanzas truncadas y familias rotas por las aciagas nuevas de haber perdido a sus seres queridos, con la sensación guardada de que algún día volverían a puerto para saludarles a su regreso, para ver las capturas de la jornada de pesca, de ver su mejoría tras una estancia en el otro continente y de que sus expectativas se habían cumplido. Y esta realidad también consternó a la sociedad y quedando en el imaginario colectivo.

Navíos dormidos en las profundidades del mar de Arousa tras un trágico viaje

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