Resulta paradójico que un objeto inventado para limpiar las aguas residuales en su devolución al medio ambiente se convierta en un contaminante, pues esta es la historia de los biosoportes. Desde su creación en el año 2000 se han convertido en una nueva forma de contaminación plástica con su aparición en las costas de toda Europa por negligencia o accidente. Desde este verano también son una preocupación para la Ría de Arousa ante la aparición de miles de unidades en diferentes puntos y un vertido importante con foco en O Grove cuyo origen es desconocido. Se trata de piezas con forma de rueda empleadas en el tratamiento biológico de aguas fecales urbanas e industriales porque se ha demostrado que las bacterias empleadas para degradar la materia orgánica y la carga contaminante se fijan a ellas y el proceso resulta más eficaz.
La fundación sin ánimo de lucro Surfrider es una de las más activas en la lucha contra este tipo de vertidos. Lleva más de diez años monitorizando su hallazgo gracias a las aportaciones de voluntarios. En esta zona cuenta con el apoyo del colectivo Limparousa, quien alertó de la invasión en la costa grovense. Desde entonces, se han reportado unos 60 avisos en la ría arousana y cada uno incluye recogidas en diferentes número. Desde pequeñas unidades, de decenas, hasta centenares, lo que hace una suma de miles de piezas recogidas, y la cifra sigue creciendo, certifican.
Está claro que los orígenes son múltiples porque existe una treintena de tipos de biosoportes y en las limpiezas de playas informadas hay un poco de todo, y lo habitual es que una instalación utilice como mucho dos modelos: “Nunha ocasión, atopamos dez distintos nunha mesma praia”. De hecho, María Ballesteros, una de las portavoces de Surfrider, señala que una cantidad importante de los descubrimientos son acumulados de vertidos anteriores que las mareas han ido arrastrando a la costa y aunque hace años que se conoce el problema, la ciudadanía arousana tomó conciencia el año pasado, cuando las batidas se multiplicaron a raíz de la crisis de los pellets.
Sin embargo, en el caso del episodio de O Grove les parece casi una certeza que proceden del mismo lugar. “A partir de julio empezaron a aparecer muchísimos del mismo tipo: blanco y de cinco puntas. Estaba claro que se trataba de un vertido nuevo”, explica Ballesteros. “Era abrumador, un día recolliamos 400, outro 600... Chamamos ao Seprona e a Medio Ambiente da Xunta, pero non temos constancia de que viñera ninguén”, cuenta una las voluntarias arousanas. El caso es que una semana después “empezaron a aparecer do mesmo tipo en Cambados, A Illa..., pero algúns xa máis desgastados, e aínda seguen aparecendo aos poucos”, añaden desde Limparousa.
Recientemente, el colectivo ha encontrado en Castrelo (Cambados) lo que considera otro foco porque es otro modelo, “bastante máis grande”, y hay en cantidad. Esta misma semana ponía los hechos en conocimiento del Concello, la Policía Local Autonómica y otras autoridades, como Augas de Galicia, pero “non se fixo nada, pásanse a pelota os unos aos outros”, lamentan.
Estos biosoportes nunca deberían salir al medio porque están en circuitos cerrados , pero puede suceder por accidente, por obras de renovación de un depuradora, un alivio del sistema cuando los caudales de agua superan su capacidad de tratamiento por las intensas lluvias, que el sistema de contención de las piezas no esté funcionando correctamente por deterioro... “No sabemos si ha sido una planta nueva o una reforma mediante la cual están introduciendo este sistema o si hay una fuga y no lo saben. Lo cierto es que en agosto la marea trajo más, como si volvieran a meter biosoportes y volvieran a salir al medio”, explica la portavoz de Surfrider. Señala que necesitan más información y por eso están recopilando toda la posible. Incluso quieren identificar las playas donde no aparecen, además de revisar las corrientes, los puntos de vertido, etc. “Tampoco sabemos si es un problema exclusivo de la Ría de Arousa y hacemos un llamamiento para que personas de otras rías estén en alerta”.
Y en eso están, en descubrir el origen, y aunque “estamos haciendo seguimiento a varias cuestiones”, añade su portavoz, de momento no han obtenido resultados. También reconoce que resulta “complejo” teniendo en cuenta que estamos ante la ría más extensa y con un centenar largo de autorizaciones de vertido, es decir, puntos de emisión al mar de aguas que han sido tratadas y que cuentan con permiso y control de las administraciones. De estas, 14 son de estaciones residuales (EDAR), gestionadas por la Xunta o los ayuntamientos, y el resto están concedidas a industrias de todo tipo: piscifactorías, agroalimentarias, papeleras, etc.
Entre lugares con los reportes de mayor número de unidades recogidas está –con más de 200– las inmediaciones de la EDAR de Tragove (Cambados), donde se están realizando obras de ampliación y mejora del sistema. Sin embargo, Augas de Galicia trasladó hace unos días en el Parlamento gallego que la única fuga que les consta de depuradoras bajo su control tuvo lugar hace dos años en la de Placeres (Marín).
Fue a raíz de una iniciativa del BNG, que exigió una investigación y la adopción de medidas. A pesar de que el organismo señaló que excede sus competencias, los nacionalistas por lo menos consiguieron el compromiso de dar traslado a las instancias pertinentes, o así lo prometió su director general. En opinión de Limparousa, y tras consultar con expertos en saneamiento, “a maior parte non proceden das depuradoras municipais, pero en todo caso, a administración debe tomar cartas no asunto”, reclama.
Hay un sector de la población que no percibe el peligro real que supone la basura plástica en los océanos. No hay un impacto directo, no es tan escandaloso como las negras manchas del Prestige, pero es un problema serio y acuciante, como señalan desde la organización Surfrider. De hecho, los biosoportes solo son una parte de sus iniciativas contra esta nueva amenaza a la biodiversidad.
Una de sus portavoces, María Ballesteros, indica que, de primeras, “si encontramos estos elementos en el agua significa que en esa zona se han vertido aguas no tratadas al medio”. Y luego están los efectos evidentes de la descomposición de un material que no es biodegradable y acaba convertido en microplásticos, porque “no se trata de una materia inerte”, advierte. De hecho, la fundación señala que cada vez existen más estudios indicando que tienen aditivos y algunos están coloreados, provocando que los microorganismos marinos se peguen a ellos y “huelan” a comida y así acaben en el estómago de otras especies.
Con esta investigación que han abierto en Arousa seguirán los mismos pasos que con anteriores. Es decir, recabar toda la información posible. “No buscamos culpables, a veces no se sabe que se está produciendo el vertido, así que hay que informar y tratar de arreglar el problema medioambiental”. De hecho, en 2019 ya emitieron un informe junto con la agencia de protección ambiental de Suiza donde incluyen recomendaciones y medidas para evitar fugas accidentales. Otra cosa son las decisiones que tomen las autoridades con potestad de control y sanción. De hecho, también lo están trasladando a la Xunta después del debate parlamentario promovido hace unos días por el BNG.
“El objetivo último es que estos objetos no aparezcan en el mar”, recalca su portavoz. Por ello recaban toda la información posible, la cual se puede enviar a sus vías de contacto, siendo necesario aportar imágenes, ubicación y un medio de contacto.
El problema está creciendo tanto que cuando empezaron a monitorizar el problema de los biosoportes, hace más de una década, solo había una persona encargada y ahora tienen un equipo completo. Una vez recabados los datos los más completos posibles, también se trata de trasladarlo a las empresas susceptibles de ser parte, para que “vean el problema”.
Limparousa nació a finales del año pasado cuando un contenedor de pellets dispersó millones de unidades por la costa gallega. Limpiando la playa se conocieron sus tres fundadoras, vecinas de Cambados y Vilagarcía. Crearon los grupos de wasap después multitudinarios y acabaron creando este colectivo. Convocan batidas con frecuencia y colaboran con otras entidades –las más recientes con Adega y Arousa en Transición–, pero también intentan hacer un poco de pedagogía sobre la protección del medio ambiente y la necesidad de adoptar hábitos de consumo y posturas que contribuyan a reducir la contaminación de los mares. “Queriamos chamar a atención e motivar á xente. Moita xa o fai en solitario, pero para que non se sintan tan sós”, explica una de sus portavoces.
Esas pequeñas bolitas que las unió y que son empleadas para producir cualquier producto que lleve plástico (botellas, envases, etc.) todavía siguen presentes en el mar: “Seguen aparecendo, aínda que cada vez máis desgastadas, cada vez son máis pequenas. Estanse convertendo en microplásticos. Era o esperable”, lamentan. Una de las zonas donde las siguen viendo en sus salidas es en el Parque Natural de O Carreirón, en A Illa, y “en bastante cantidade”.
Quién les iba a decir que en estas batidas estaban empezando a ver otro problema en ciernes: el de los biosoportes que, al principio, “descoñeciamos por completo, nos parecían que podían ser pezas de xoguetes ou outra cousa”.
Intentan realizar convocatorias de batidas una vez al mes y la participación depende de muchas cosas, pero pueden llegar a juntar a una veintena de personas. Además, son muy activas en las redes sociales realizando divulgación de sus acciones y de otras para ir sumando.