Desintoxicación digital

En varios países (Japón, EEUU, Corea del Sur, Alemania, Inglaterra) están apareciendo espacios dedicados a la desintoxicación digital que promueven actividades ‘libres de pantallas’ para ayudar a las personas a reducir su dependencia de la tecnología, especialmente de los teléfonos inteligentes, y mejorar su bienestar mental y físico.


El local más emblemático –hasta ahora– es el The Offline Club que tiene presencia en siete ciudades europeas, incluyendo Barcelona, y planea llegar a Madrid próximamente. Fundado en Ámsterdam, organiza reuniones en las que los participantes entregan sus dispositivos móviles y participan en actividades sin tecnología, como escuchar música, y juegos de mesa, lectura, escritura y terapias grupales en las que las personas comparten conversaciones y reciben apoyo para reducir la dependencia digital. Esta iniciativa responde a una creciente preocupación por el impacto de la tecnología que crea ansiedad y reduce la interacción social real entre las personas y el objetivo es recuperar ‘conexiones humanas’ sin las desviaciones digitales.


Pero el ‘invento’ es una consecuencia de la inconsciencia de los seres humanos que primero creamos el problema y después intentamos buscar la soluciones. Nos lanzamos a adquirir las últimas innovaciones, fascinados por su utilidad y atractivo, pero sin reflexionar sobre cómo pueden alterar nuestra vida diaria. Cuando nos damos cuenta de que hemos perdido el control y caído en la dependencia absoluta, buscamos desintoxicarnos para ‘resetear’ nuestra relación con los dispositivos y recuperar la relación interpersonal con la gente de nuestro entorno. Por cierto, la Comunidad de Madrid acaba de prohibir el uso de tabletas y otros dispositivos digitales de uso individual en los colegios públicos.


No es fácil romper con la adición a las tecnologías –que fomentan las propias empresas tecnológicas–, sobre todo a los smarphones, estos ‘ordenadores de bolsillo’ que ponen el mundo en nuestras manos y nos hacen más fácil la vida diaria. Es curioso que esta tecnología, que nació como medio avanzado de comunicación, nos conecta con personas lejanas y a menudo nos aísla de las que están a nuestro lado.


El reto no es rechazar las tecnologías, sino aprender a utilizarlas haciendo un uso racional de ellas. Los expertos aconsejan establecer límites, como reducir el tiempo frente a la pantalla, priorizar la relación con las personas, crear zonas libres de tecnologías en los hogares, desconectar con cierta periodicidad manteniendo horas específicas esa escalada liberados de las herramientas digitales. El verdadero desafío está en cultivar un enfoque más consciente de esos instrumentos informáticos transformando las soluciones en parte de nuestro estilo de vida.


Alejarse un poco de las pantallas es esencial para la salud física y mental.

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