Recibo a diario una imagen que, a modo de calendario zaragozano, pero sin pronóstico del tiempo y sus consecuencias para la agricultura, me informa de los días que quedan para terminar el año (solo 20 ya), el santoral y los días internacionales o raros que se celebran esa jornada.
Hoy es el Día de la Montaña, pero también existen el de hablar como un pirata, tocar el ukelele o llenar las grapadoras. Algunos son tan absurdos que resultan fascinantes; otros nacen de la necesidad, como el 25N, Día para la eliminación de la violencia contra la mujer.
Los datos nos dicen que la semana del 25 de noviembre hubo dos mujeres asesinadas y dos heridas a manos de sus parejas, además de un caso de violencia vicaria en el que alguien que no merece ser llamado padre segó la vida de un bebé de dos años con la única intención de causar a su madre el mayor dolor posible.
Terminaremos 2024 con más de 40 mujeres y casi 10 menores asesinados. Se dice fácil, pero resulta desgarrador e inasumible.
Lo peor es que estos datos solo hablan de la violencia física: palizas y agresiones. Creo que por eso hay tíos que se atreven a afirmar “Yo nunca le he puesto la mano encima a mi mujer” con orgullo, como si hubiesen llevado a cabo una hazaña de dimensiones prodigiosas, sin advertir que hay golpes que solo duelen en el alma, pero destrozan vidas.
Si es tu caso, y dado que Yolanda Díaz ha puesto de moda los cursos de feminismo, sigue leyendo, que te voy a regalar una formación exprés en prevención de la violencia. No te va a contar si alguna vez llegas a tener algún cargo en Sumar, pero espero que, aun así, te resulte útil.
Estás ejerciendo violencia contra tu mujer cuando la intimidas con patadas y puñetazos en la mesa, la puerta o la pared si algo no sale como tú querías, porque tu actitud hostil asusta y anuncia la posibilidad de que llegue el día en el que decidas no desviar el golpe hacia un objeto inanimado.
Estás ejerciendo violencia contra tu mujer cuando la dejas sola con todas las obligaciones de la casa y la crianza de los hijos, cuando la aplastas con todo el peso de la carga mental que eso supone, porque, claro, tú no tienes tiempo para planchar o llevar a los niños al pediatra, pero sí para ir a recoger la merca que necesitas para una noche más de sexo (no con ella, por supuesto), drogas y rocanrol.
Estás ejerciendo violencia contra tu mujer cuando la responsabilizas de todos tus males. También cuando menosprecias sus opiniones, necesidades, sentimientos e, incluso, ayuda. Y cuando muestras indiferencia por todo lo que haga o diga, quitándole valor a sus logros y destruyendo sus sueños. Cuando cualquier mujer es mejor que ella y cualquier conocido, más importante. Y, por supuesto, cuando presumes con tus colegas de darle un ultimátum para que coma de tu mano de machote.
Estás agrediendo a tu mujer cuando la aíslas socialmente, cuando fagocitas vuestras relaciones sociales, cuando la denigras ante otros, cuando violas su intimidad, cuando dejas a un margen la dignidad y el respeto que se merece, no ya como tu pareja, sino como persona.
Estás maltratando a tu mujer cuando controlas su tiempo. Cuando le pides explicaciones que tú no das. Cuando utilizas el chantaje emocional o las amenazas para conseguir lo que quieres. Cuando le exiges que esté siempre disponible porque tú decides dónde, cuándo y cómo serán vuestras relaciones sexuales.
Podría seguir, hay muchas formas de violencia que nunca figurarán como lema de un «día de». Es lógico: las más sangrientas acaparan la atención. Pero se trata de erradicarlas todas, incluso estas que, socialmente, seamos sinceros, no estropean tu imagen, no te impiden seguir siendo considerado una bellísima persona.