Circula por la red una intervención del presidente del Gobierno en el Parlamento que debió producirse cuando intentaba acordar la formación de Gobierno con Ciudadanos –las cámaras captaron a Rivera y Girauta en actitud de aprobación a su discurso–, del que reproduzco unos fragmentos:
“Señorías, la regeneración democrática también consiste en mejorar la calidad de las instituciones e impulsar reformas para reforzar nuestros derechos y nuestras libertades. En este sentido me gustaría anunciarles lo siguiente: en el acuerdo viene incorporado un compromiso en el nombramiento de los cargos de designación parlamentaria, desde los miembros del Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Consejo de Seguridad Nuclear, la CNMV, hasta la elección de la presidencia y el consejo de RTVE”.
“En estos y otros casos debe primer, y este es mi convencimiento y mi compromiso ante esta Cámara, señorías, la independencia, la profesionalidad y la imparcialidad de los candidatos y candidatas. Que lo vamos hacer a través de una convocatoria pública, evaluación de competencia e idoneidad de los candidatos y candidatas por un comité asesor de composición profesional, la publicidad de los informes de evaluación, sesiones de audiencia en las comisiones del Parlamento y aprobación de la mayoría de las Cámaras”.
“Me comprometo, además, señorías a llevar esta revolución al nombramiento de cargos de designación por el Gobierno, como la Fiscalía General del Estado o el Gobernador del Banco de España”.
¿Dónde hay que firmar? Esta intervención era todo un programa de “regeneración democrática”. Pero la realidad de la vida política de España es muy distinta porque “la regeneración real” impulsada por el Gobierno se sustenta en cesiones al independentismo, en difamar a los jueces, acosar a la prensa, colonizar todas las instituciones del Estado –la última, el Banco de España–, colocar a amiguetes sin perfil profesional en las empresas públicas y culpar a la oposición de todos los males.
¿Cómo se explica el “cambio de opinión” del presidente desde aquella intervención modélica al deterioro actual de la democracia? Degenerando, diría el torero Juan Belmonte. Pero The Economist daba una respuesta hace unos días con un titular inmisericorde: “Pedro Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española”. El prestigioso medio británico reproduce sus palabras “gobernaré con o sin ayuda del legislativo” y añade que “ha dejado de lado sus propios principios, es un gran superviviente de la política europea, un astuto y despiadado…”. También critica la ley de amnistía y considera el pacto fiscal con Cataluña como una reforma constitucional por la puerta de atrás.
Esta es la realidad que, contrastada con la hemeroteca cruel, desmiente las promesas y compromisos del presidente. Y pone en duda su talante democrático.